Por Camila Alegría
El surrealismo que aprendí en la escuela y en los libros era, sobre todo, cosa de varones. Me convencí de que aquellos que se permitían jugar con lo absurdo, lo inconexo, lo onírico y los discursos psicoanalíticos de aquello que se oculta, que se vela, eran más comúnmente hombres que mujeres. Incluso me hacía sentido. Bien entradito el siglo XX, las mujeres no tenían permiso, por poner un ejemplo, para sentarse en los cafés. En Buenos Aires hay una plaquita metálica que recuerda el acto subversivo de la poeta Alfonsina Storni de sentarse en la mesa central de uno de los cafés icónicos de la ciudad. Había en algunos de ellos, hay que reconocer, una habitación contigua, una especie de guardarropía donde las mujeres podían instalarse, quedando fuera de las conversaciones, discusiones y de esos momentos de ocio y creatividad compartida que gozaba el ciudadano de primera clase, el sujeto político, educado, autónomo, opinante. Por este tipo de situaciones y otras demasiado obvias para siquiera enumerar, pensé que quizás, efectivamente, ese espacio de juego que da a luz a la corriente del Surrealismo era, como ya dije, cosa de varones. Frida Kahlo, sí. Leonora Carrington. Remedios Varo. Ahí más o menos yo paraba de contar.
El surrealismo de Dalí me aburrió tempranamente. El cine de Buñuel reactivó parte del encanto. Luego conocí y disfruté las fotografías de Man Ray y los frotados de Max Ernst. Cuando comprendí que el trabajo en stop motion de Jan Svankmajer también se cruzaba con el surrealismo, me reencanté más aún. Así fui haciendo las paces con el surrealismo, luego de esa sobredosis de relojes derritiéndose en ferias artesanales. Pero siempre con la idea de que eran, en su mayoría, artistas hombres quienes se habían adentrado en esta forma de ver el mundo.
Debe ser por esto que, cuando vi por primera vez una pintura de Susana Wald, pensé que se trataba de una obra algo desconocida —al menos para mí— de mi artista surrealista predilecto, el belga René Magritte. Magritte expande la palabra surrealismo y la entrelaza con asuntos que tienen que ver con la filosofía, la lingüística y el arte conceptual, antes de que existiera siquiera este término. Su forma de aplicar la pintura es, además, bastante única. Pienso en esos míticos cielos.



Mi sorpresa fue aún mayor cuando supe que Susana Wald era una artista nacionalizada chilena. La artista nace en Hungría y luego pasa parte importante de su vida entre Argentina, Chile y Canadá. Sin duda la obra de Susana Wald conversa con la de Magritte. En ambos casos se hace presente el mar (y figuras pesadísimas sobrevolando imposiblemente el horizonte); tanto en la obra de Magritte como en la de Wald, la imagen del huevo se dibuja en una constante y variante pregunta acerca del origen y su geometría; en ambas obras son recurrentes la caracola de mar, la jaula, los cuerpos fragmentados o los cuerpos metamorfoseados con muebles, y en ambos casos se aborda la labor del artista y la cuestión de la representación. En una de las pinturas de Magritte, un hombre vestido de traje va trazando el cuerpo de una mujer con su pincel en el aire. En una de las pinturas de Wald, una mujer alza el pincel para trazar su propio cuerpo.
En fin, Susana Wald resulta una figura fundamental para entender las cuestiones surrealistas de peso, y recién hoy, a sus 83 años, tenemos la oportunidad de ver su obra en retrospectiva en el Museo Nacional de Bellas Artes del país que la acogió por 13 años. Retrospectiva curada sensiblemente por Macarena Bravo, quien, a punta de insistencia y autogestión, ha logrado reunir un cuerpo de obra que pone en valor las imágenes pensantes, descarnadas y críticas de la que quizás sea nuestra más emblemática surrealista.
Quisiera, para dar término a este texto, hacer una especie de cita a las Guerrilla Girls, colectivo de artistas feministas, activistas, anónimas, que, en un momento de lúcida simpleza, imprimen y publican largos listados con nombres de artistas mujeres. Esto para quienes, como yo, quisieran despatriarcalizarse específicamente en sus nociones sobre el movimiento surrealista:
Dora Carrington
Dorothea Tanning
Dora Maar
Gertrude Abercrombie
Henrietta Shore
Leonora Carrington
Susana Wald
Claude Cahun
Lee Miller
Bridget Tichenor
Ursula Shultze-Bluhm
Greta Knutson
Anna Guntner
Kay Sage
María Izquierdo
Rosa Rolando
Marion Adnams
Eileen Agar
Edith Rimmington
Jaqueline Lamba
Paule Vezelay
Leonor Fini
Helen Lundeberg
Maruja Mallo
Remedios Varo
Kati Horna
Stella Snead
Frida Kahlo
Penny Slinger
Sylvia Fein
Toyen
Meret Openheim
PD: Si alguien que se encontrase con este texto conoce el nombre de otra artista surrealista, siéntase libre de intervenir y sumarlo. Es importante nombrar.
3 respuestas a “Susana Wald y la estela invisible de las surrealistas”
Agradezco profundamente poder leer el artículo. Abrazos, con cariño, Susana
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[…] sobre Covid, invierno, ciclos y renaceres para Relieve Contemporáneo; Camila Alegría reflexionó sobre nuestra falta de conocimiento de las mujeres surrealistas, especialmente Susana Wald, nacionalizada chilena y sujeta de una retrospectiva en el MNBA; y Fernanda Ramírez escribió […]
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[…] en busca de lo inasible (Camila Alegría escribió sobre ella, pueden encontrar el texto aquí) https://elgocerio.home.blog/2021/08/05/susana-wald-y-la-estela-invisible-de-las-surrealistas/ […]
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