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newsletter/65

Hola hola. Aquí tienen algunas cosas bonitas y/o significativas para esta semana – la que empieza tristemente marcada por la lamentable muerte de Desnisse Cortés en la manifestación de ayer.

uno/ el historial de la actitud hacia la mezcla entre negocios, política y poder de nuestro actual Presidente. Como siempre, Daniel Matamala claro, bien investigado, y al grano.

dos/ felicitaciones al equipo que estará representando a Chile en la 59 Bienal de Venecia con el proyecto Turba Tol, liderado por la curadora Camila Marambio!

tres/ la tensión entre decidir y elegir, en Revista Santiago; y la pregunta de si el languidecer es la emoción dominante del 2021, en New York Times.

cuatro/ algunos apuntes que he estado acumulando sobre la meritocracia. Primero, sobre Rousseau, libertad, desigualdad, y elites, via el New Yorker; una columna casi profética de Oscar Contardo (marzo del 2019!) sobre clase, desigualdad y “meritocracia” en Chile; y sobre la historia de la palabra meritocracia – por lo menos yo no tenía idea que su origen es satírico!

cinco/ el fotógrafo que usa cámaras análogas para trabajar con niños refugiados sirios; y sobre la historia de la fotografía documental en marchas y represiones en Chile, ayer y hoy.

seis/ crítica de Diego Parra a la exposición «Políticas del espacio» en Matucana100.

siete/ el sonido del rubarbo creciendo en la oscuridad (una maravilla).

ocho/ leer: el plan maestro para robar una obra maestra del Museo Nacional de Bellas Artes, por Fernanda Ramírez; me terminé hace unos días un maravilloso librito de Adriana Valdés titulado «Redefinir lo humano: las humanidades en el siglo XXI». escuchar: lo nuevo de Adele y Ed Sheeran. Bienvenidas recomendaciones de artistes latinos, porque mis listas ya están medias añejas…

nueve/ un poco tarde: una despedida a Boltanski.

diez/ sobre los dos tipos de artistas: agricultores y piratas.

Gracias a todes por leer. Esta newsletter es gratis pero no barata. Para apoyar, compártela con alguien que conozcas, o suscríbete (el botón está al pie de la página). Y como siempre, un poema nunca está de más:

«Cuando todos se vayan a otros planetas
yo quedaré en la ciudad abandonada
bebiendo un último vaso de cerveza,
y luego volveré al pueblo donde siempre regreso
como el borracho a la taberna
y el niño a cabalgar
en el balancín roto.
Y en el pueblo no tendré nada que hacer,
sino echarme luciérnagas a los bolsillos
o caminar a orillas de rieles oxidados
o sentarme en el roído mostrador de un almacén
para hablar con antiguos compañeros de escuela.

Como una araña que recorre
los mismos hilos de su red
caminaré sin prisa por las calles
invadidas de malezas
mirando los palomares
que se vienen abajo,
hasta llegar a mi casa
donde me encerraré a escuchar
discos de un cantante de 1930
sin cuidarme jamás de mirar
los caminos infinitos
trazados por los cohetes en el espacio.
«

Jorge Tillier, «Cuando todos se vayan» en El árbol de la memoria, 1961.

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