Por Fernanda Ramírez
Hace un tiempo conversaba con un colega artista acerca de lo fácil que es, dada la precarización del campo artístico, que quienes se encuentran en una posición más privilegiada se aprovechen de quienes están “más abajo” (me refiero a artistas jóvenes y emergentes, pequeños colectivos, gestores con menor experiencia, etcétera) por ejemplo con el discurso del “amor al arte” o la eterna promesa de ganar trayectoria y validación en el circuito (lo cual se espera que eventualmente atraiga ese sucio y necesario dinero). Pero hay prácticas que, siendo menos graves, son más insidiosas; prácticas que se dan y repiten de forma automática, sin que las cuestionemos, como si fueran el default. Fue en eso en lo que pensé cuando fui a visitar la exposición del premio ARTESPACIO JOVEN 2021 en Galería Artespacio, luego de que llegaran a mí varios comentarios negativos sobre el montaje, la organización y el trato a los artistas.
ARTESPACIO es una galería comercial de larga trayectoria ubicada en uno de los barrios más exclusivos de la ciudad de Santiago, es miembro de la AGAC (Asociación de Galerías de Arte Contemporáneo de Chile) y participa regularmente en ferias internacionales como Art Miami, Pinta Miami y ArteBA, entre otras. Hace unos años que organiza también el concurso ARTESPACIO JOVEN, cuya sexta versión este 2021 tuvo una convocatoria de más de 180 artistas sub-30, de los cuales más de 35 fueron seleccionados, todos con obras inéditas y creadas exclusivamente para esta premiación. Entre los objetivos de este concurso se encuentran incentivar la creación y la innovación entre los artistas jóvenes locales, ser una plataforma para detectar el talento joven y, abrir un espacio que acerque a los jóvenes artistas a las audiencias ligadas al arte. La idea principal es excelente: se necesitan espacios donde los artistas emergentes y jóvenes puedan mostrar su trabajo, aprender del circuito, crear redes y tener oportunidad de concretar ventas, sobre todo en medio de la crisis que ha experimentado el sector de la cultura y las artes desde el año pasado. El problema, como ocurre tan seguido, tiene que ver con la ejecución.
En la galería reinaban la falta de organización y el desorden: las obras están apretadas, no teniendo el espacio suficiente para destacar lo que provoca interferencia o “ruido” entre ellas. Por ejemplo, en una de las murallas (de no más de cinco metros de ancho) había: un tríptico, un collage, una fotografía, una salida de aire acondicionado, un recepcionista, un mesón de recepcionista, una videoinstalación y una obra gráfica. Los únicos trabajos que escapaban “ilesos” eran los no montados al muro. Pareciera que quienes estaban a cargo de la disposición espacial de las obras (porque llamarlo curatoría es mucho decir) no estaban demasiado interesados en sacarle el mayor provecho a las obras en cuanto a su valor estético, así como tampoco en escuchar lo que cada una necesitaba a nivel de montaje. Hubo poca capacidad de gestionar recursos como el espacio y la cantidad o las dimensiones de las obras – o aceptar, simplemente, que la galería no está preparada físicamente para albergar un evento de esta escala (a menos que estemos ante una idea descabellada: entre los jurados destacados está el actual director del MNBA, Fernando Pérez, lo que quizás explicaría la extraña decisión de hacer que la muestra completa se viera como una referencia al Gran Salón de Francia del siglo XVIII).





En ese sentido, la situación de montaje llama aún más la atención al notar que la exposición estuvo supervisada, comisariada y contó con jurados que han demostrado ampliamente que tienen un alto nivel de conocimiento estético, en teoría superior al de los artistas emergentes jóvenes que recién están comenzando a recorrer el circuito artístico. Eso invita a varias preguntas que no solemos hacernos en Chile: ¿hasta donde llega el rol de las personas invitadas a hacer de jurado en este tipo de exposiciones? ¿es realmente tan fácil como seleccionar obras a ser premiadas para luego desligarse de este tipo de errores tan fácilmente solucionables?
Por otro lado, la falta de cuidado hacia los artistas y sus obras se vio confirmada cuando llegó a mí una copia del correo enviado a estos, donde se les pide que, por ser jóvenes y no contar con tantos años de trayectoria: «sean bien conscientes con los precios que van a poner en sus obras (…) Por favor tomen en consideración esto, ya que queremos que ojalá todos puedan vender en estos tiempos que han sido tan difíciles (…) un abrazo para cada uno y mucha suerte!!!» Me pregunto si acaso los artistas pagaron los materiales con rebaja en el comercio, o si les hicieron un descuento en los costos de embalaje y transporte de sus obras. ¿Tan poca percepción del propio privilegio tienen los compradores para regatearle el precio a un artista? ¿Rebajará también la galería sus comisiones, o para ella no aplica esa “consciencia”?
Creo que hoy en día se da una mezcla perniciosa entre prácticas no cuestionadas y el silencio. A veces solemos olvidar que los artistas que comienzan sus carreras no sólo invierten dinero y tiempo que pocas veces recuperarán; también se ven enfrentados a una gran incertidumbre, pues muchos no tienen los contactos necesarios para concretar ventas y en gran parte la autogestión sostiene su propio desarrollo de obra. Por lo mismo, este tipo de convocatorias se perfilan entre las pocas oportunidades que existen para lanzar la carrera de aquellos jóvenes que comienzan su carrera artística. Por ello debiéramos destacarlas, cuestionarlas y extenderlas, pues prometen un acercamiento a audiencias conocedoras, a un mejor currículum y a más experiencia. Pero ello no justifica que se caiga en prácticas como exigir que la obra sea inédita, que la galería se reserve la decisión final de montaje y, lo que no es menor, que se les pida que cuiden el bolsillo de los clientes de la galería.
Es lamentablemente que buenas iniciativas como esta se vean empañadas por este tipo de dinámicas, las cuales creo que probablemente sean parte de formas de actuar poco reflexivas, más que fruto de un actuar conscientemente injusto. Pero es esa misma falta de reflexión lo que hace que este tipo de situaciones, tristemente, sean esperables, y suelan encontrarse con la frase “pero siempre ha sido así”. Especialmente considerando lo complejo de alzar la voz, cuando el resultado puede fácilmente ser la pérdida una oportunidad de ser vistos o ser catalogados como difíciles en un circuito que es pequeño y donde siempre son las mismas caras y nombres los que lo mueven en forma activa.
Me hubiese gustado ver la obra de Josefina Bardi en un espacio distinto, donde no se perciba plana o tibia, ni se pierda entre el mesón de la recepción y las demás obras. Me hubiese gustado experimentar la obra de Francisca Chacón en un muro sin contaminación visual, o con sus instalaciones derechamente tomándose el espacio como lo requieren. Y ver la obra de Trinidad Barrios en un espacio apropiado, sin que se sintiera como una cortina que separa la obra de Antonio Castillo de las demás obras del muro. Respeto y admiro a estos artistas por su obra; ver sus trabajos amontonados fue enormemente frustrante. Confío en que estas breves líneas sean un llamado a reflexionar a los organizadores de la exposición, a los jurados, a la galería e incluso a los clientes (que aceptan y aprueban este tipo de regateos), para ir avanzando en cuestionarnos estas prácticas tan arraigadas como innecesarias.
Una respuesta a “Algunos apuntes sobre «Artespacio Joven 2021» en Galeria Artespacio.”
[…] ocho/ por si no pudieron hacerlo la semana pasada: escribí sobre Covid, invierno, ciclos y renaceres para Relieve Contemporáneo; Camila Alegría reflexionó sobre nuestra falta de conocimiento de las mujeres surrealistas, especialmente Susana Wald, nacionalizada chilena y sujeta de una retrospectiva en el MNBA; y Fernanda Ramírez escribió sobre el Premio Artejoven de Galería Artespacio y esas prácticas perniciosas que se mantienen como por “default” pero que, en realidad, ya les …. […]
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