Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar

El imposible silencio de las imágenes: reflexiones sobre la exposición “Censura” en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos

«Tell me what they say that I’m supposed to know. Tell me every little detail. Make truth appear for me as distant memories, like pictures on a silver screen»

Kamelot (“Sacrimony”, 2012)

El 8 de septiembre de 1984, a través del Bando N° 19 perteneciente a la Jefatura de la Zona de Estado de Emergencia de la Región Metropolitana y la Provincia de San Antonio, se decretó que los medios gráficos informativos Apsi, Fortín Mapocho y Cauce, entre otros, debían restringir sus contenidos exclusivamente a escritos, prohibiéndose que publicaran imágenes de cualquier tipo en sus portadas. Pero los editores se las ingeniaron para transmitir lo que querían, imprimiendo espacios en blanco donde irían las fotografías. Ese es el origen de una de las imágenes más inquietantes que he visto en mis 28 años de vida: la portada de la revista Cauce N°22, que corresponde a la semana del 12 al 18 de septiembre del 1984. De bordes color celeste, con un rectángulo blanco en su parte superior donde se lee “CAUCE” en letras rojas.  Debajo, separado de una línea horizontal del mismo color que el título de la revista, aparece un cuadrado blanco, que ocupa la mayor superficie de la portada, e inmediatamente abajo las palabras «S.E. Capitán General Augusto Pinochet Ugarte, que cumple 11 años en el mando del país». Y luego: «(Nota: Su imagen desaparece por orden expresa del Jefe de la Zona en Estado de Emergencia Región Metropolitana y Provincia de San Antonio, mayor general René Vidal Basauri.)». Desde la ironía, los editores de la revista articularon la «imagen» de la censura que el poder ejercía sobre los medios de comunicación en esos años, usando como estrategia el mostrar la operación de ocultamiento misma.

Conocí esta imagen durante mi visita a la exposición “Censura: el silencio puede ser un plan (rigurosamente ejecutado)” en el Museo Nacional de la Memoria y los Derechos Humanos (MMDH), curada por Vania Montgomery y Samuel Espíndola. La muestra reúne a nueve artistas que forman parte de una red que pretende desarmar ese plan tan cuidadosamente ejecutado, dejando en evidencia que la censura no sólo es algo que existe a nivel de la política de un país, o de un poder gobernante hacia su pueblo, sino que también funciona en la dimensión íntima – en aquellos cuerpos que resultan incómodos, en los silencios que existen al interior del círculo familiar o en el veto que a veces nos imponemos a nosotros mismos.

Quizás, al escuchar la palabra censura se viene a la mente un escenario de hace tiempo: memorias distantes que nos llegan como imágenes de archivo, como las barricadas (1965) de Alberto Pérez. Pero esta exposición nos deja claro que la censura aún existe en nuestro aquí y ahora, bajo distintas formas, y que nos respira en la nuca y nos sonríe a la cara. Pero también nos muestra que, entre los recovecos de las tapiaduras que nos impiden ver, siempre se cuelan voces acalladas y sensibilidades encubiertas que encuentran la manera de salir, como materia densa que hace resistencia a este plan tan cuidadosamente ejecutado. Un ejemplo es la instalación de Daniela Catrileo, consistente en una videoinstalación y dos lienzos: en uno, montado desde el techo al suelo, se lee «Chem am ta nülankey puke ko ni dungu» (¿qué se abre en el lenguaje de las aguas?). Otro texto, al interior del video, también en mapudungun, se traduce como «el río es voz que no calla”, e introduce los nombres de los mapuche asesinados en democracia, de modo que el río pronuncie incesantemente sus nombres. O la obra “Prospectos”, de Lucas Núñez, que utilizando la tachadura -un recurso típico de la censura – sobre folletos de un medicamento que impide la replicación del VIH en el organismo, logra conjurar una sensibilidad conmovedora que tiene que ver con el tiempo y con aquellos cuerpos desplazados por ser considerados inmorales o abyectos.

Algo similar ocurre en la obra de Paula Coñoepan, “Recomposición familiar”, que nos presenta una escena hogareña: un mueble de estar con un mantel blanco tejido y tres tablets enmarcadas sobre él. Las tablet contienen animaciones de fotografías familiares, donde los rostros están calados y las distintas facciones se van intercambiando entre ellas, sugiriendo ―por ejemplo― que allí hay algún secreto familiar, o algo de lo cual no se habla a modo de acuerdo.

Resulta interesante el enfoque de la exposición, cuyos artistas utilizan el lenguaje propio de la censura para dejar en evidencia el hecho de que esta ha tenido lugar. Porque, si la censura fuera solamente un plan ejecutado por los gobiernos para mantener a su gente en la más absoluta ignorancia, ejercerla sería muy fácil. Pero en el fondo ― y como deja en claro esta exposición― la censura es algo mucho más siniestro: existe con nosotros y la tenemos más cerca de lo que pensamos. Pero las obras también nos dan esperanza y nos muestran que hay un poder inmenso en la creación de lenguajes. Es por eso que los artistas son peligrosos, porque nombran, con sus propios lenguajes, las cosas que no pueden ser nombradas con el lenguaje cotidiano.

Por Fernanda Ramírez.

Una respuesta a “El imposible silencio de las imágenes: reflexiones sobre la exposición “Censura” en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos”

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: