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Entrevista a Gimena Castellón-Arrieta, directora de Residencia Rumor y Cordillera Galería

Esta pequeña entrevista se hace en el contexto de una colaboración con la residencia Rumor, proyecto de Cordillera Galería, una iniciativa de la artista argentina Gimena Castellón-Arrieta. Una residencia que comienza como una exposición digital (formato que Cordillera Galería lleva años ocupando) y que debido a la pandemia se transforma en una residencia, una oportunidad de acompañarse, y una manera de regalarse tiempo y espacio en medio de una crisis global. Este mes, Rumor se transforma nuevamente en exhibición on-line, la que puedes visitar aquí. En esta conversación cubrimos varios temas especialmente contingentes, como la importancia del tiempo libre, el espacio digital como herramienta y limitación, las particularidades de una exposición en internet versus una ubicada en el mundo «real», y la importancia de los cruces, contaminaciones y aperturas para un proyecto artístico.

Empecemos explorando los inicios de Cordillera y de Rumor, de donde emerge esta convocatoria, y cómo vives tú, en tu calidad de gestora, curadora, directora y artista, el proceso de transformación que vivió lo que originalmente sería una exposición, a una residencia digital, todo en medio de cuarentenas, encierros y emergencias sanitarias.

Mi proyecto original, Cordillera Galería, buscaba difundir proyectos, artistas y obras que tuvieran una impronta latinoamericana. Ese era el eje, siempre en clave galería, con 5 salas (que se traducían en espacios en el Tumblr) y catálogos donde además sumaba un texto bien atmosférico sobre la fecha, a cargo de personas de distintas disciplinas como la poesía, la antropología, la música, para amplificar la conversación y las lecturas. Pero siempre Cordillera se basada en el modelo de la exposición física – buscando recrear lo más lindo e icónico de esa experiencia presencial del arte, a pesar de estar operando desde un formato digital.

Entonces en Cordillera siempre estuvo ese cruce de personas, de obras, de redes, de influencias y públicos. Intentaba mezclar, por ejemplo, a artistas más establecidos con artistas nuevos, para que quienes miran a los primeros descubrieron a los segundos. Y seleccionaba a esas personas a partir de vínculos personales, basadas en mis propias redes afectivas o en amigues de amigues. Y con Rumor, a fines del 2019, decidí abrir Cordillera por primera vez a un grupo más amplio, queriendo entender a quien le interesa este proyecto en realidad. Y la gran sorpresa fue que llegaron un montón de postulaciones de mujeres. Aunque Cordillera no era un proyecto feminista sí tenía la particularidad de nacer a partir de mi postnatal, cuando pensé que mi vida se veía un poco paralizada. Pero a pesar de ser consciente de que una de las “cordilleras” en el arte es la problemática de la mujer artista, había tenido más artistas hombres que mujeres, sin darme cuenta. Entonces el 2018 dimos ese giro hacia un proyecto con mas consciencia feminista.

Entonces quizás por lo mismo llegaron casi solamente postulaciones de mujeres. De las seis artistas seleccionadas, yo no conocía casi a ninguna de ellas – cada una llegó por el peso de su trabajo, y los diálogos posibles entre ellos. ¿Y qué ocurre? La pandemia. Y es paradójico, porque este proyecto digital y multiplataforma empieza a convivir con esa celebración de la virtualidad que se dio durante los primeros meses de cuarentena, en que todas las galerías e instituciones se meten en lo digital. Pero me pareció que el sistema le estaba exigiendo un montón a los y las artistas. Que seguíamos produciendo, trabajando, exponiendo, participando en ferias, como si nada. Una presión tremenda, donde muchas personas que no se manejan en este mundo digital se empezaron a quedar fuera de la conversación. Frente a esa incertidumbre, que además golpeó más fuerte a las mujeres que a los hombres, dije, no les voy a pedir una muestra, sino que voy a darles lo único que puedo en estas circunstancias: tiempo. En un momento en que el sistema te dice que rápidamente tienes que demostrar una versatilidad tremenda, transformarte en artista digital en dos segundos… yo les quiero dar tiempo.

La propuesta entonces fue convertir la convocatoria en una residencia virtual, pero larga. Que les diera tiempo, que a veces es lo único que necesitamos para ganarle al sistema. En ese momento pusimos un plazo de seis meses, sin realmente saber como iba a avanzar la pandemia, cuando se iba a terminar, qué iba a pasar. Lo que buscaba era crear un espacio que ofreciera un abrazo digital, un espacio para tener y para perder el tiempo. Donde no hubiera que demostrar nada. Y donde pudiéramos pensar juntas qué venía después. En ese momento había muchos foros, muchos seminarios, intentando pensar en qué iba a pasar, con tantas personas opinando, cuando en realidad somos los artistas quienes debiéramos estar al centro de esas discusiones para pensar qué queremos cambiar. Entonces, Rumor se transforma en una residencia de investigación y reflexión. Fue una hermosa sorpresa que todas las chicas dijeran que sí. La verdad fue muy loco, ese sí inmediato, sin saber muy bien a qué (el programa vino después) y teniendo más preguntas que respuestas.

El lema de la residencia terminó siendo “estado de conversación”, donde la pregunta tuvo un rol muchísimo mas importante que la respuesta. La más importante era, qué significaba estar en residencia, conectadas a través de una computadora, en ese momento. ¿Porqué importa una residencia hoy, en medio de la gran perdida de brújula que fue la pandemia? ¿Cuales son las preguntas del arte hoy? ¿Cómo se revitaliza en medio de una crisis así? Uno de los puntos de partida fue la frase que había visto hacía años: “el arte ya no está en el arte”, de una performance de la artista Sara Paniagua. Fue una pregunta que me partió la cabeza absolutamente: porque si no está en el arte, entonces ¿donde está? Lo conecto con las certezas que se dieron con la profesionalización del artista, con esa relación demasiado fordista entre el artista y su obra. Y eso permitió la pandemia: el poder preguntarnos todo. Y preguntarnos, entre nosotras, qué significa ser artista si no estamos haciendo obra. ¿Sigo haciendo artista? Preguntas básicas, pero que en medio de la pandemia, haciendo tantas cosas y preocupadas por el ingreso económico, eran centrales. No intentamos ser genias, ni encontrar respuestas definitivas, sino que solo nos declaramos en “estado de conversación”, y afirmamos que eso era el arte: estar en estado de conversación. Y recordemos que la digitalidad y la pandemia horizontalizaron muchísimo esa conversación. Me llamaba mucho la atención que al tiempo que Rumor hacia un Live en Instagram, el MALBA, el MOMA, ponele, estaban ahí “al lado” haciendo sus propios lives.

¿Qué pasa con la idea de Rumor con todo esto? ¿Como cambió como principio aglutinador del grupo y de la residencia?

Originalmente, Rumor tenía como base ese interés por ver quien más estaba interesado en este proyecto un poco extraño – pensemos que empezó mucho antes de la pandemia- de una galería digital. Yo quería saber hasta donde llegaba el rumor, el eco, de Cordillera. Y bueno, cambió mucho con la llegada del virus. Porque como decía, todo ese tiempo fue un boom de diálogos impresionantes. Y yo pensaba que si pudiéramos silenciar el mundo y solo quedaran los Live de Instagram, las conversaciones de Whatsapp, los encuentros por Zoom… todas esas conversaciones del arte, tendríamos un rumor tremendo. Un material sonoro de reflexiones del mundo del arte en torno al arte mismo, y su futuro… un Rumor gigante. Y abrazamos ese Rumor, y abrazamos el nuevo estado de conversación, como el otro lado de la moneda de los estados de crisis, catástrofe, excepción.

¿Me cuentas un poco más sobre las distintas actividades que hicieron? En mis conversaciones contigo y con las seis artistas me he dado cuenta de que estas fueron clave, y muy significativas para ellas durante los meses de encierro. Entiendo que hubo acciones digitales, como los Live, y los” Call to action”, y también acciones más personales y casi análogas.

A pesar de que Cordillera siempre había sido un proyecto digital y multiplataforma yo nunca lo había pensado desde esa perspectiva, sino que más bien seguía los rastros de una exposición presencial. Con la pandemia eso cambió. Por ejemplo, los Zoom de los jueves se transformaron en el espacio de taller y en las visitas de taller. También invitamos a personas que habían pasado por Cordillera; cada artista tuvo que elegir a dos artistas de la historia de Cordillera, a partir de una investigación de su archivo y catálogos online, e invitarlos a participar. Ellas se encargaban de cada encuentro, en que el resto primero escuchaba y luego abríamos el micrófono y todos conversaban sobre lo que se había presentado. A esas acciones les pusimos “Boomerang”, y tenían una lógica absolutamente horizontal y de intercambio libre. Todos los que pasaron se sintieron muy a gusto – ¡a veces un zoom duraba tres horas sin que nos diéramos cuenta! Se disfrutaba mucho el espacio, y la gente nos pedía que los volviéramos a invitar. Así se creó una dinámica muy potente, en el sentido de que muchas veces las residencias son, y pasan. Quedan solo en el currículum. Y con esto, uno pasa por Cordillera, pero nunca deja de ser cordillera. Por ejemplo, vino Juan Manuel López Manfré, músico y antropólogo argentino, a conversar sobre lo que el veía desde su disciplina de lo que estaba pasando en Rumor.

Con Instagram y Tumblr lo que hice fue entregarles todas las contraseñas y accesos a las artistas para que pudieran actuar e involucrarse directamente con sus públicos y a su vez volcaran sus días como bitácora. La consigna era hacerlo de la forma que quisieran. Una vez al mes una se tomaba el Instagram y visibilizaba su obra, sus redes, otros proyectos afines. Cuando yo abría, por decirlo, estas posibilidades, las artistas se las apropiaban de maneras totalmente nuevas e inesperadas. Cada una hizo algo totalmente único, jamás con actitud de cumplir, sino que de realmente explorar las posibilidades artísticas de estas plataformas digitales.

En esos contextos realizamos varios “Call to action”, que es una idea que viene del marketing digital. Básicamente significa realizar una acción o hacer un llamado para que esa mayoría silenciosa que te sigue, tu comunidad, se manifieste. Permiten que exista un feedback más allá del “like”, que es muy pasivo, y le da espacio de conversación real a la comunidad que te sigue. Por ejemplo, llamamos a repensar términos en ingles que definen la práctica artística, como el “statement”. Llegaron muchísimas personas, respuestas, ideas. Entonces se movía todo, se dinamizó muchísimo ese espacio. Otra idea que tuvo muy buena recepción fue un llamado a que las personas que nos seguían compartieran sus propios proyectos de gestión de arte, para promocionarlos a través de Cordillera y de Rumor ¡Y se llenaba! Se generó una gran red, el Instagram estaba realmente vivo, lleno de resultados y sorpresas más allá del like. Otro ejemplo: llamamos a compartir trabajos de artistas que necesitaban visibilización en esos momentos y que se podrían beneficiar de esa red.

Con Instagram también aprovechamos la herramienta de los “live”, con un formato de duplas. En vez de la típica entrevista, las invite a que se lo tomaron como quisieran. Y nuevamente aparecieron un montón de cosas, performances, lecturas de cartas, cosas íntimas pero llevadas a ese espacio público de manera preciosa. En cada caso existía un trabajo privado y directo previo entre esas duplas, que les daba la oportunidad de conocerse entre ellas. Así entregamos algo más cálido a nuestra comunidad, más intimo y cercano, y que encantó.

Otras acciones menos digitales fueron, por ejemplo, la tarea de escribir una del trabajo de otra. Eso es especialmente importante hoy, cuando falta bibliografía de artistas mujeres. Me pareció muy importante forzar esa escritura, y que se vieran a través de los ojos de la otra. Ya con eso se crearon 6 textos de artistas mujeres que permitieron que se conocieran mucho mejor. En esa misma línea, tenían que luego presentar el trabajo de la otra al resto del grupo por Zoom. Y eso implicaba toda una investigación, entre artistas que no se conocían, rastreando su trabajo por redes sociales, por internet, y presentarlo. Eso generó conversaciones interesantes y entregó cosas muy novedosas y sorprendentes a cada una.

Los “Estados de conversación” fueron el cierre de la residencia. Los hicimos cuando cuando se cumplieron los 6 meses pactados, un tiempo muy loco en que nadie faltó, nunca se convirtió en una tarea pesada, o en un deber. Más bien corríamos a encontrarnos. Entonces quisimos también compartir todo eso que nos había hecho tan bien. Abrir el espacio, e invitar a esos estados de conversación, compartiendo por ejemplo el link de Zoom. Hubo catarsis, personas que a pesar de participar “por fuera” se sintieron muy identificadas con el abrazo digital de Cordillera. Fue el intento de volver a esa pregunta inicial de qué es una residencia digital, y qué puede llegar a significar.

Hoy están ad portas de finalmente iniciar la exposición que dio inició a toda este recorrido. En ese sentido, ¿qué cambios podrías identificar entre cómo habrías realizado la exposición el 2019, sin Covid, y cómo será ahora, post-pandemia?

Aunque la residencia fue de investigación y reflexión, sin la obligación de tener que hacer obra, la verdad es que las artistas siempre están pensando y haciendo… Y como dices en 15 días, por fin, Rumor toma su forma inicial, muta de nuevo para convertirse en exposición. Nos parece muy significativo, pues ocurre después de este ciclo de casi dos años, y estos resultados son como una respuesta a esa necesidad de inmediatez, de presión del resultado rápido, de sobreproducción y modas que se vivió en el principio de la fiebre digital del 2020. El resultado de la invitación de la residencia a poder demorarnos en una obra, en una idea. Se convirtió en una forma de resistencia incluso, luego de haber tenido todo ese tiempo para pensar.

Sobre diferencias, la primera es que Cordillera quería recuperar la experiencia del arte en el mundo digital, pero desde una perspectiva muy precaria, sin muchas herramientas o comprensión de qué implicaba un ejercicio así. Sin saber bien como hacer algo más que postear, por ejemplo. Y algo que quedaba fuera era el concepto de comunidad, que es algo que hoy manejamos, pero fue necesario una pandemia para que entendiéramos esa noción de participación de la comunidad. Porque el proyecto digital siempre va a ser de nicho: no es como la televisión, que proyecta de uno a muchísimos. Estos proyectos apuntan a una comunidad a la cual realmente le interesa lo que estás haciendo. Y tienes que dar espacio para que ellos también hablen, participen, den feedback. No ser tan narcisos de caer en el “dame like”, “sígueme”, “compra mi obra”. ¿Donde queda la conversación? La comunidad tiene que poder manifestarse y participar. Es la comunidad la que le da vida a estos proyectos digitales, a esas reflexiones, a esas consignas. Y por otro lado, los formatos. Antes no se me hubiera ocurrir mostrar video.  

Lo que descubrimos es que finalmente todo pasa por la forma de actuar. Y todo lo que descubrimos estos meses, lo vamos a aplicar. No quiero adelantar mucho pero, por ejemplo, vamos a hacer un Zoom de inauguración con invitación a la comunidad; van a haber obras en video; vivos de Instagram; experiencias tipo “open studio” por Zoom; y vamos a continuar invitando a artistas de otras disciplinas a que sigan abriendo la conversación. Poetas, músicos, que amplifiquen los diálogos en el arte, y creen cruces entre públicos que no están acostumbrados a esas otras formas. Una especie de contaminación cruzada. Las seis artistas van a presentar un proyecto cada una, una suerte de sistema de obras, pequeño, pero con eco de 2020.

Y por último, se vienen los podcasts de Cordillera. Los audios de todos los encuentros quedaron grabados, generando un archivo sonoro de toda esta experiencia. Un testimonio de este proyecto en digitalidad, en pandemia, arte desde el sonido y la conversación. Existe, y es posible.

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