Por Camila Alegría.
¿Qué mejor cosa podríamos demandar de un pensador que inquietar a su tiempo por el mismo hecho de mantener una relación inquieta tanto con su historia como con su presente?
Georges Didi-Huberman
Creemos ser país y la verdad es que apenas somos paisaje, dijo Nicanor Parra. No desmereciendo con ese “apenas” el valor de un paisaje, pienso yo, sino poniendo sobre el tapete algunas preguntas. ¿Qué necesita un pedazo de paisaje poblado para hacerse llamar país? La respuesta que veo, sin buscar ser reduccionista, es una: cultura. Me refiero con esto no al cultivo y fortalecimiento de una cultura hegemónica, sino, por el contrario, a la atención e integración de las múltiples culturas que comparten un territorio. Sobre todo tratándose de la nuestra, una sociedad amestizada y homogenizada a la fuerza.

Obra de Paula Urizar.
Es en ese contexto que nace Periférica, un proyecto que viene gestándose subterráneamente desde hace varios años, y que ha dado como primer fruto una muestra colectiva de más de 50 artistas y colectivos que exhiben en un ex juzgado abandonado de la comuna de Pudahuel. Parte importante de la lógica de la convocatoria se ubica en la camaradería y la amistad de un grupo extenso de artistas que cuestionan los circuitos establecidos del arte, las figuras del curador y la curaduría y, por supuesto, conceptos como el cubo blanco en términos de espacio expositivo. Por otro lado, Periférica no termina en Pudahuel, sino que se proyecta a las comunas de El Bosque, Huechuraba y Quilicura, para luego extenderse a territorios diversos de La Araucanía, con quienes ya están colaborando de forma atenta y activa.

Me es inevitable pensar en este proyecto como uno que mantiene, como dice el epígrafe, una relación inquieta tanto con nuestro presente como con nuestra historia. Por un lado, la sola palabra “periferia” remite inevitablemente a la brutal re-organización geográfica de la ciudad de Santiago y otras urbes de nuestro país consolidada durante la dictadura; una imposición que imposibilita la cohesión y diálogo entre sus habitantes, y que, muy por el contrario, confabula estratégicamente con la segregación y el distanciamiento entre sus partes. La historia se repite e insiste en el presente, y ello se ha hecho especialmente evidente en estos años de plebiscitos y votaciones varias, donde vemos la grave ceguera que dicha segregación puede provocar al momento de pensar en prácticas políticas y políticas públicas.
Por otro lado, el proyecto Periférica se hace también preguntas que tienen que ver con el presente del arte contemporáneo. César Aira, escritor argentino postulado al Nobel de literatura, se refiere atingentemente, a mi parecer, al arte contemporáneo como aquella “estela” que dejó Duchamp. Y Marcel Duchamp, desde una mirada decolonial, es una figura que aún perpetúa ese colonialismo artístico europeo-neoyorquino-patriarcal que la segunda mitad del siglo XX se preocupó de convertir en institución. ¿Existe, entonces, algo así como el arte contemporáneo poblacional? El proyecto Periférica ha apostado por la difícil tarea de pensar en esta posibilidad. En el recorrido por el lugar me encuentro con algunas obras que ya he visto expuestas dentro del circuito artístico, como las instalaciones de Camila Ramírez cargadas de un discurso ineludiblemente social-político, y los bordados de estética urbana tercermundista de Claudia Gutiérrez. Juan Carreño, autor de textos como “Compro Fierro”, en el que habla desde y con los plebeyos, los explotados, los pobres, pobletes, rotos, huachacas, cumas y flaites (citando las palabras de Mauricio Redolés, quien comenta el texto), es invitado a leer el día en que se inaugura la exposición. Miro por la ventada de una de las salas y una persona se envuelve el cuerpo, con movimientos cortos y erráticos, en materiales como plástico y cartón.



Obras de Danny Reveco, Catalina Alfaro, y Guiselle Arias.
Estos cruces son los que me invitan a pensar en la anti-poesía de Nicanor Parra, que buscaba específicamente vincular esos dos universos: la poesía, que se correspondía con un espacio privilegiado para algunos, con el lenguaje cercano y popular de quienes habitaban el día a día de las periferias. Periférica nos invita a habitar un espacio colaborativo, múltiple, artístico y político, en el que tenemos la oportunidad de ver más de cerca algunos elementos que solemos ver distanciados, entendiendo que ese mapa segregador de nuestras ciudades, extrapolable también al mapa de nuestro país, influye directamente en el mapeo de los espacios artísticos y culturales, dejando en el absoluto abandono a gran parte de nuestras comunas, y alimentando esa escisión entre la alta y la baja cultura que ya es tiempo de politizar.
Habiendo conocido el fulgor de quienes han puesto sus uñas y dientes sobre este proyecto, espero -y no me sorprendería- que Periférica se volviera una Bienal, como sé existe la intención, apostando por un accionar que a la larga contribuiría a esa transformación que nos compete a todxs: aquella que nos exige el pasar de ser paisaje, a ser país.
2 respuestas a “PERIFÉRICA: Arte Contemporáneo Poblacional”
[…] uno/ esta semana comenzaron los trabajos para hacer realidad uno de los sueños del dúo artístico Christo – envolver el arcto del triunfo en tela. Y similar pero distinto: Mariagrazia Muscatello escribe sobre el ocaso de los “star artists”. Y similar pero distinto: Camila Alegría escribió sobre el festival Periférica y arte contemporáneo poblacional. […]
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[…] uno/ esta semana comenzaron los trabajos para hacer realidad uno de los sueños del dúo artístico Christo – envolver el arcto del triunfo en tela. Y similar pero distinto: Mariagrazia Muscatello escribe sobre el ocaso de los «star artists». Y similar pero distinto: Camila Alegría escribió sobre el festival Periférica y arte contemporáneo poblacional. […]
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