Una segunda Monalisa no podía ser otra cosa más que una travesti. Pienso en esa posibilidad que dice que el retrato de La Monalisa se trata de su autor, Leonardo da Vinci, vestido de mujer, mirando para siempre la historia pasar frente a sus ojos, con esa sonrisa pícara. Y pienso en la constante de personas homosexuales, disidentes, no binaries como el mismo Leonardo, como Miguel Ángel, Caravaggio, Lorenza Bottner, Claude Cahun, Pedro Lemebel y tantes otres que vinieron a dar cátedra sobre algo que estaríamos discutiendo de forma urgente en una de las crisis mundiales más eléctricas de los últimos tiempos. Me pregunto si Leonardo, en su amplísimo espectro de inquietudes, habrá dibujado en su mente un esbozo del siglo XXI, y si en ese esbozo se asomaba el atisbo de otra Monalisa, una prostituta trasvesti que hace de las suyas en las calles de Nueva York, resistiendo como ente activo en esa lucha que busca desmitificar el binarismo sexual, de género y de identidad. Me pregunto, así sin más, ¿si Leonardo da Vinci viviera en nuestra época, sería trans?
Iván Ojeda, actor, con una prometedora carrera en Chile, conoció a la Monalisa en Nueva York. Ella lo estaba esperando. O esa es la impresión con la que une se queda cuando él habla de ella. En 1995 Iván es invitado a estudiar en el New Dramatist, y cuando termina decide quedarse para convertirse en Monalisa.
«Monalisa es alta, es rubia, hace dinero y se come a los medios minos» – Iván Ojeda
Una parte de lo que son las vicisitudes de la vida de la prostitución, de la droga, la violencia y la amistad en ese escenario callejero quedan sensiblemente registrados en el trabajo de documental que hace Nicole Costa, amiga de la escuela de teatro de Iván que, cuando llega a vivir a Nueva York, decide contactarle de forma inmediata. Dieciocho años calculan que han pasado desde la última vez que se vieron.
Monalisa no solo es una prostituta que ha hecho de su profesión un arte, es también una performer y una poeta. Se pasea con una trenza larga que le sale desde la nuca. La trenza – ese tejido capilar indígena por excelencia –, se arrastra varios metros acariciando el pavimento. Monalisa escribe y recita, y en ese pregón se sienten los años de teatro de Iván y las vivencias de cuneta de Monalisa. Colaboran constantemente. Y en ese sentido resulta difícil separar entre autor y autora, y ambes están a gusto con los dos perfiles que componen a su persona.

Un libro de relatos se anuncia en un burdel, en una de las pausas de ese micrófono que corre entre lentejuelas, invitando al submundo de la vida nocturna al lanzamiento que posiciona a Monalisa como escritora. Se preocupa también de invitar a la comunidad trans, explicándoles que no es necesario que compren el libro, pero que para ella es importante que sus colegas de la calle y la indocumentación estén presentes en el lanzamiento. «Mas que los escritores, más que las personas a las que les interesa la literatura», les dice.
Si mi invitación a que se detengan en El viaje de Monalisa llegase a ser la mitad de amorosa, la mitad de reflexiva de lo que fue esa invitación de la artista a su comunidad, entonces habré logrado mi acometido.
Una respuesta a “La Monalisa chilena”
[…] nueve/ para escuchar: la artista de 22 años Clairo. Y para ver: el documental “La Monalisa chilena“. […]
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