Por Fernanda Ramírez
Quizás el arte abstracto no sea el más popular en la escena de arte contemporáneo; muchas veces, pareciera ser de difícil acceso y tener baja circulación. Es sabido, además, que dentro del mismo circuito artístico existe un prejuicio hacia las obras de lenguaje abstracto, injustamente catalogadas como “vacías y sin discurso”, o simplemente acusadas de ser piezas decorativas.
La exposición “La deriva del gesto y la forma”, montada este año en MAVI, reúne a 21 artistas cuya investigación parte de la idea de la abstracción como lenguaje, desde el oficio pictórico hacia sus desplazamientos. En palabras de Carlos Navarrete, uno de los curadores a cargo de la muestra, “La deriva del gesto y la forma” no pretende ofrecer una mirada historiográfica sobre el arte abstracto en Chile, quizás como lo hizo “La revolución de las formas” (2017) en el CCPLM (que recuerdo con un aburrimiento titánico). Por el contrario, la exposición nos propone una serie de investigaciones y experimentaciones, de caminos y derivas, como bien dice el título, desde la gestualidad y la reflexión en torno a la formalidad de las cosas del mundo.

Me llamó la atención la sinceridad de la muestra y de sus obras en general, algo que es muy difícil conseguir en un circuito que opta por la comodidad de llenar una sala de materiales, símbolos y discursos que suenan bien pero no logran cuajan. Es más: se requiere un gran manejo y una acabada comprensión de los elementos fundacionales de la composición para que aquello que se muestra logre comunicar o presentar algo. En este sentido, “La deriva del gesto y la forma” no nos ofrece más que lo que está allí. Y eso se agradece. A través de una estética lúdica, nos trae las posibilidades de un material, de una ciudad, de un gesto, del fragmento de un paisaje y del recurso pictórico en sus elementos fundacionales que al conjugarse forman otra cosa. A partir de ese punto, quedamos entregados a nuestra propias asociaciones y reflexiones – lo que cuando ocurre significa que la muestra es efectiva, porque entramos también en el juego.
Si bien había piezas que caían en efectismos, como “Sin título”, de Andrés Vio (que confiaba en la estrategia de la “ilusión óptica” para funcionar) y otras que hubiese deseado que aprovecharan más el material, como el caso de “Nenúfar I y II”, de Colomba Fontaine (que pudo haber sacado más provecho del aluminio más allá de mero soporte), otras piezas fueron un gozo. Pienso en obras como “Ondas”, de Ximena Castro, conformada por distintas figuras de gres pintadas de dorado, blanco y negro, que parecía un inventario de pequeños tesoros, cada uno de los cuales adquiría un carácter distinto gracias a la pintura. Muy interesante también es “Caudal”, de Paulina Mellado, donde los distintos materiales parecían entenderse perfectamente, a pesar de tener naturalezas distintas, para formar una especie de criatura-paisaje; así como “Futuro Ancestral”, de Ricardo Pizarro, que me sacó una carcajada cuando leí en la ficha «tapa tornillo sintético antipolvo», como si nuestro futuro y nuestras raíces ancestrales (donde la abstracción es muy importante) tuvieran que ver, de alguna manera, con una ferretería.


Pero la obra que recuerdo como una sorpresa fue “La naturaleza siempre tiene la última palabra”, de Consuelo Lewin. Al entrar a la sala pensé que se trataba de otra obra de la escuela de Joseph Albers que no iba más allá de un ejercicio de interacción de color. Pero al acercarme y encontrarme con un ejercicio de traducción de momentos y paisajes al lenguaje del color y la pincelada -jugando con pequeños títulos como “horizonte ensombrecido”, “noche lejana” o “ultima sensación de luz”- a no pude evitar sonreír y sentir que estaba conversando con algo bello (y que me arrojó de vuelta todos mis prejuicios a la cara).


«La naturaleza tiene siempre la última palabra», Consuelo Lewin.
Los prejuicios frente al arte abstracto se deben, en parte, a que nuestra percepción se ha modelado lejos de una estética de lo lúdico y lo reflexivo de la forma. Por ello, visitar “La deriva del gesto y la forma” fue una gran oportunidad para entrar a la abstracción desde el juego, la experimentación y la percepción de los espacios, lo cual agradezco a los curadores que invitan, sin mayores pretensiones, a «tan sólo» eso.
Donde: Museo MAVI, Plaza Mulato Gil, Santiago.
Cuando: a partir del 2 de Junio; revisar días y horarios de apertura en Instagram por cambios de fase. Por ahora: martes a domingo, de 11 a 17 horas, previa inscripción en el sitio web del museo.
Cuanto: gratis!
Una respuesta a “«La deriva del gesto y la forma» en MAVI: enfrentando los prejuicios al gesto y la forma”
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