Para entender una frontera ―o, mejor dicho, un límite― debemos, en primer lugar, ser conscientes del contexto en el cual estamos inscritas y en el cual participamos activamente. Asimismo, debemos tener en cuenta que este contexto posee un confín que es y será afectado por otros múltiples contextos, querámoslo o no. Aquella sutura fluctuante y dispersa entre confines da origen a una zona liminal. No obstante, sucede que sólo podemos especular sobre lo anterior, es decir, no podemos tener la experiencia de un límite si no es desde sus efectos.
El 16 de agosto de 2020 la Colectiva Internacionalista inauguró la exhibición digital “Zona Liminal: Geopolíticas y Contextos” en el contexto de Reparaciones Circulares, el resultado de un trabajo colaborativo entre La Pan Galería y Colectivo Caput. “Zona liminal” reunió a más de 20 artistas de distintas partes del mundo, y se estructuró en torno a cinco ejes o momentos que juntos esbozan una narrativa que daba luces al espectador o usuario sobre posibles recorridos: Venenos y Necropolíticas, Erosiones, Tránsitos y Bordes, Montañas del Deseo, y Alzamiento y Emancipación.

En la primera, Venenos y Necropolítica, los seis artistas seleccionados tocan temas que van desde el especismo hasta las políticas psicosociales. Este momento de la exhibición se refiere a aquellos sistemas y políticas públicas estatales que requieren un individuo desgastado, agotado y descartable para poder operar, así como también a aquellos factores de nuestra sociedad que pueden ser familiares y cotidianos pero que nos van enfermando poco a poco. Rescato especialmente la obra de videoperformance del artista peruano Julio Urbina (1991), titulada “00:01:22:YO:ROTACIÓN”, un trabajo donde el tiempo se convierte en condena tanto del cuerpo como de la voluntad de un sujeto inscrito en un contexto latinoamericano construido entre el desorden y lo abyecto.
En el eje Erosiones tenemos aquellas operaciones y metodologías que van desgastando diferentes territorios, sensibilidades y cuerpos en un contexto específico. En Tránsitos y Bordes encontramos obras como la de la artista venezolana Wilkellys Pirela, que en “Mi dragón es…” (2020) ofrece una serie de registros audiovisuales que expresan, desde una mirada autobiográfica, la circulación y territorialización de los múltiples bordes que la atraviesan, situada en una narrativa migratoria en un contexto precarizado.

Screenshot obra «Mi dragón es…» (2020).
Al eje anterior le sigue Montañas del Deseo, donde podemos encontrar trabajos que son en sí mismos gestos de potencia y que, a su vez, expresan en su articulación material un anhelo que nos llevará al último arco de la muestra: Alzamiento y Emancipación. En este eje de Zona Liminal podemos apreciar obras que funcionan a modo de chispazos o ademanes, buscando ilustrar posibles actos emancipatorios de aquellas políticas, concepciones, ideales y comportamientos condicionantes que vinieron desde otros confines e ingresaron al nuestro. Por ejemplo, el trabajo de la chilena Valentina Inostroza (1997) titulado “Cuerpos en tránsito” (2019), que con un formato que fluctúa entre el gif animado, el grabado y la fotocopia apunta a volver móviles los límites contrapuestos y binarios de género.
Parafraseando el texto curatorial de la exposición, «Zona Liminal» es un trabajo colectivo cuya intención es descolonizar el inconsciente, enfocándose en las políticas que moldean una subjetividad al mismo tiempo que dirigen y constriñen el deseo, y en las consecuencias sociales que aquello conlleva. En ese sentido, la muestra es una propuesta absolutamente consciente de su contexto y sus confines: una época en que la competencia por los recursos naturales ha avanzado hasta el extractivismo más descarnado, una era de pronunciamientos sociales y crisis académica. Asimismo, fue lanzada mientras el brote de Covid-19 estaba en plena ebullición y las primeras consecuencias de la pandemia, tanto a nivel político como sociocultural y económico, comenzaban a hacerse notar. Por un lado, un gran sector del circuito artístico se vio incapaz de operar con normalidad a nivel mundial y se encontró de frente con su propia dificultad para adaptarse a los recursos virtuales que se le presentaban como oportunidad. Por otro lado, las políticas estatales y gubernamentales parecían favorecer la estabilidad económica por sobre la salud y el bienestar de los sujetos, dejando en evidencia la crueldad de un sistema que valoriza la vida y la voluntad de las personas según su peso en el mercado.
Nos encontramos, en este punto, inscritas en un contexto con situaciones límite, en particular aquellas que confluyen y se expresan de distintos modos, ya sea en al ámbito cultural o en el aspecto socioeconómico a nivel mundial, pero que sólo podemos conocer si tenemos la experiencia del afecto de esos límites sobre nosotras como sujetos o como cuerpo colectivo. Dicho de otro modo, aquellas zonas inciertas de sutura que nos atraviesan desde un confín foráneo y nos moldean tanto como nosotras a ellas, potencias de afecto que co-emergen con nosotras día a día.

Grata fue mi sorpresa al encontrarme con “Zona Liminal: Geopolíticas y Contextos” supo leer y habitar muy bien su marco y, desde allí, diseñar una estética que ensambla el horror de la situación límite actual, y la dispersión entre lo colectivo y lo individual, con el fin de trazar una línea de fuga hacia una nueva posibilidad de encuentro entre subjetividades y contextos diferentes. Comprende un gesto insurgente que aparece en un contexto en el que todo parecía estar destinado a derrumbarse. El primer indicio de esto es que se trata de una exhibición pensada y mediada casi en su totalidad para ocurrir en el espacio digital, desvinculándose del cubo blanco altivo en que transcurre la exhibición tradicional, lo que también permite a distintos artistas co-configurar este espacio con sus propios contextos y zonas liminales. Asimismo, se enfoca en el trabajo colectivo y colaborativo en una era en que la individualidad ha sacado su faceta más cruel. Aquí no hay genio creador, sino un montón de con-textos que son las obras de cada uno de los artistas que tejen este entramado proyecto.
Sumado a lo anterior, el diseño de la interfaz ensambla visualmente dos confines: la greca[1] y el pixel, lenguajes extranjeros y distantes el uno del otro, pero que surgen como un paisaje único, capaz de albergar el lenguaje y las metodologías de la creación de una imagen que va y viene, que es puro afecto entre el hipervínculo, el metatexto, las verdades que hacemos propias, y las que nos colonizan. Igualmente, «Zona Liminal» postula una manera de ver y entender el arte que va más allá de la producción de objetos, siendo más cercana a una plataforma de streaming de canciones que funciona como red de relaciones afectivas entre subjetividades, experiencias, confines, geografías y deseos, sin posicionar una jerarquía vertical. En aquellos gestos hay desobediencia y rebeldía, herramientas fundamentales para construir y encontrar nuevos confines.

Como crítica de arte soy la primera en declarar que una obra de arte, una exposición, un acto curatorial no pueden cambiar por sí solos al mundo, y menos de un día para otro. No pueden hacer que se acabe el horror de la violación sistemática a los derechos humanos validada por un Estado, ni mucho menos causar una revolución. Abandone toda esperanza quien tenga la pretensión titánica de salvar las almas de los condenados con una acción de arte. No obstante, creo que el arte, con todas sus aristas, es la perfecta expresión de que un cambio ha ocurrido, justamente porque es un territorio que fluctúa entre la tensión y la puesta en crisis de distintos límites para desestabilizarnos y volverlos dinámicos.
Hay una pregunta que esconde la clave para acceder a esta exposición, planteada al final del escrito que inaugura “Zona Liminal: Geopolíticas y Contexto”: “¿Podemos imaginar una coexistencia realmente democrática entre todxs lxs seres humanxs, inhumanxs y el planeta?”. Se trata de la materialización de múltiples interfaces coexistiendo y funcionando. Los límites no deben ser leídos como elementos estáticos, así como los ejes que conforman la muestra no deben ser entendidos como una narrativa causal: eso significaría un anacronismo absurdo en relación al contexto de la muestra. Hoy sabemos que el arte es perfectamente capaz de territorializarse y circular desde las mismas plataformas por las cuales circulan nuestras relaciones socioafectivas y, asimismo, la interfaz web que aloja a Zona Liminal está atravesada por las obras de los artistas, creadas en distintas locaciones geográficas, con sus políticas propias, con sus materialidades distintas que llegan a nosotros en el mapa de bits de nuestras pantallas. Así, el espectador adquiere agencia sobre la muestra y se vuelve un (f)actor más para que “Zona Liminal: Geopolíticas y Contextos”, ocurra.
El ciclo de esta muestra ha concluido, pero sigue disponible en el sitio web https://colectivainternacionalista.hotglue.me/?start haciendo click en el gif de la cabeza del leopardo. A partir de allí, las invito a construir su propia experiencia y narrativa de esta exposición con una pregunta: De todas las zonas liminales que nos afectan, ¿cómo nos habitan aquellas que rechazamos y las que hacemos propias?
Fernanda Victoria Máxima Ramírez Becerra – Crítica de artes visuales
[1] La greca es un patrón que se repite en los textiles andinos, en base a patrones geométricos.
Una respuesta a “Lo que podemos en los límites: reflexiones sobre el ciclo expositivo “Zona Liminal: Geopolíticas y Contextos””
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