Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar

Proyecto Sin Nombre – Elisa Balmaceda

Novena entrevista. Los ojos están resecos de tanta pantalla; la voz ya no da para ese volumen -mezcla de habla y grito- propio de Zoom. Nos encontramos junto a Paula Valenzuela para conversar con la artista visual Elisa Balmaceda: de exigencias, producción y aceleramiento. De la dificultad de aceptar el ritmo propio, y de la importancia de poner en relieve las estructuras que regularizan y uniforman las formas de trabajar, que son profundamente personales. De ralentizar como resistencia, y de la actual sobreproducción de contenidos.

Victoria: Hace un tiempo que vengo pensando en la desaceleración, sobre todo cuando una mayor y “mejor” producción, o más consumo y tecnología, son presentados como la solución a los problemas sociales, económicos y ambientales a los que nos enfrentamos. En un texto que escribiste para “Coma” agradeces la desaceleración que ha ocurrido por el virus, para luego reflexionar que esta es más bien una ilusión, pues el sistema sigue, inconmovible, sobre todo en las llamadas zonas de sacrificio. Ese tipo de reflexiones suelen aparecer en tu trabajo, deconstruyendo ideas o concepciones binarias, que se enfrentan y que parecieran no ser compatibles. Asimismo, pensaba sobre la desaceleración que no es ni 100% realidad ni 100% ilusión, sino que quizás el principio de otra cosa, nueva y distinta – y de empezar a imaginar o vislumbrar futuros sostenibles, lentos. Cada vez me convenzo más de que no basta con sólo desacelerar, sino que la verdadera resistencia debiera plantearse desde un “hacer nada”. Detenerse como respuesta al capitalismo y la economía de la atención. ¿Qué futuros imaginas tú? ¿Te sientes optimista respecto del futuro?

Elisa: Es una pregunta difícil. He pasado por fases, y de hecho en mayo (cuando escribí el texto para la colaboración con “Coma”) estuve reflexionando mucho sobre la necesidad de repensar la productividad, y esa exigencia que hemos internalizado, propia de este sistema, que parece ser el motor de todo. Es una reflexión que ligo con el tiempo y el estar presente, algo que me obsesiona mucho. Toda esta situación también me ha hecho re-visitar mi trabajo, sobre todo piezas más contemplativas que sitúan al cuerpo en el espacio y que requieren efectivamente de cierta desaceleración, lo que las hace muy “demandantes” para el observador contemporáneo. Es interesante repensar y deconstruir el tiempo precisamente porque la pandemia hizo de la idea del futuro (y del paso del tiempo en general) una obsesión generalizada. Y toda esta “parálisis” da cuenta precisamente de esa aceleración y productividad alienada en la que hemos estados sumergidos de forma casi inconsciente (el “inconsciente colonial-capitalístico” del que habla Suely Rolnik), algo que también conecto con esa forma lineal de concebir el tiempo de la cultura occidental, desconectada de lo cíclico. Me interesa la concepción del tiempo como algo multidimensional. Y en realidad, el futuro y el pasado solo se pueden experimentar en el presente, entonces más que pensarlos en forma binaria y lineal, creo que ciertamente son dimensiones que coexisten y se entrelazan en un mismo espacio. Parece cada vez más evidente que la noción del tiempo (y el futuro) es sin duda algo que también necesitamos  descolonizar y replantear.

Creo que por lo mismo he estado leyendo estos meses novelas de Úrsula K. Le Guin, reencontrándome con la ciencia ficción, no como un espacio que habla del futuro (y que muchas veces proyecta de forma distópica las estructuras que dominan el presente), sino más bien como un espacio que abre posibilidades a otras realidades y alternativas de habitar. En este sentido, momentos como este también pueden servir como portales para pensar e imaginar el mundo y su funcionamiento de una forma distinta.

Paula: Hay algo en tu trabajo que me queda dando vueltas, que veo como un hilo conector en toda tu obra, y es esa manera muy tuya de observar, en que operas como una especie de arqueóloga digital. Respecto de esa sensación de que todo está volcado hacia el futuro, veo en tu trabajo una operación muy minuciosa de observación; y la observación requiere tiempo, y el tiempo es el presente. La observación en tu obra va tejiendo elementos como la luz, el sol, los reflejos, el color, las capas, los comportamientos, los procesos. Sobre todo me llama la atención lo que haces con el tiempo, el que manipulas como si fueses una científica, al tiempo que integras una idea de atemporalidad.

Paisajismo Electromagnético (en colaboración con Cristián Espinoza), registro de caminata en Quintero-Puchuncaví y vista de parte de la instalación en el Parque Cultural de Valparaíso, 2018-2019.

E: Me gusta la idea de “arqueóloga digital”, porque precisamente el tema que más me interesa de lo digital es la materialidad y el despliegue del dispositivo. Siempre he pensado que lo que hago es muy material – aunque se vincule a veces a lo invisible o imperceptible. Me obsesiona la percepción del mundo a escala humana versus esa abstracción de la interconexión del “todo” a escala planetaria y cósmica. Ese despliegue de las dimensiones múltiples en el tiempo-espacio hoy están sin duda atravesadas por los aparatos y medios tecnológicos a través de los cuales nos comunicamos y “transportamos”, por medio de energía, algo que también me interesa indagar y deconstruir al modo arqueológico que mencionas. De hecho, hay un campo de estudio y metodología que se relaciona con esto que se llama “arqueología de medios” que me interesa mucho, y que en parte tiene que ver con cómo estos dispositivos median y construyen la forma en que percibimos la realidad.

Creo que todo esto que mencionas (la luz, el sol, los reflejos) se víncula con la experiencia de ciertos fenómenos espacio-temporales. Cuando una experiencia te hace conectar con (o estar en presencia de) otros elementos, en diversas escalas y dimensiones en el espacio, se producen situaciones -o atisbos de situaciones- que parecieran ser casi más reales que lo real. Cuestionan y deconstruyen las capas mismas de la realidad, que es en sí algo múltiple y diverso. Porque cuando hablamos de realidad siempre hablamos de algo que hasta cierto punto se nos escapa y es finalmente imperceptible. Y me identifica mucho la forma en que te refieres a la observación, pues para mí es probablemente la operación más significativa que realizo. Caminar, observar, son mis rituales, los necesito. Por ahí va también la importancia del caminar, y de otras experiencias similares de exploración que no se centran necesariamente en producir. Son momentos fundamentales a partir del cual surgen las visiones e ideas: procesos de observación y de conectar con el entorno.

V: Son obras a escala humana. A ritmo humano. Caminar tiene como característica el no poder ir ni más lento ni más rápido; simplemente, estás caminando. Me gusta hacer trekking y siempre me impresiono de lo lejos que me pueden llevar mis propios pies. Hemos perdido contacto con esa escala, comenzando con el tren hasta los aviones hoy en día. El mundo se ha achicado, se ha apurado, lo que hace del caminar un acto -a ratos- radical, pues desafía ciertas temporalidades, la idea de que todo segundo debe estar dedicado a producir valor, contenido, obra. Pienso en Cámara Solar (Inversión) y la idea de desaprender, de ver al revés. Me parece muy propio de tu obra, casi un jugueteo, aunque por otro lado intuyo que para ti surge de un proceso de profunda reflexión. La idea del juego aquí me parece clave: nos lleva al tiempo de la niñez, del aquí y ahora, de no estar pensando sobre pasado mañana o ayer. Dicen que jugar es la manera más fuerte de poner atención. Cámara solar (Inversión) tiene ese aspecto meditativo y lúdico de dar vuelta el tiempo, la posición, la perspectiva – vueltas de carnero espaciales, imaginativas, poéticas. Mirar las cosas de forma distinta. El texto que acompaña la obra habla de “lo local y global” y me lleva a una inquietud que tengo sobre ciertos roles que le asignamos al arte, de que a veces se quiere que sea todo para todos. La monumentalidad de querer afectar tanto lo global como lo local siempre me produce un mareo, pues aunque esta obra liga norte y al sur, y subvierte ciertas dinámicas del mirar…. Puede parecer una frase ambiciosa.

E: Yo creo que la globalización en sí es un proyecto tremendamente ambicioso, y que sin embargo necesita ser repensado y replanteado en momentos como este. Y claro, comparto el mareo que dan este tipo de términos duales tan manoseados. Es probable que mi idea haya surgido de esta irritación y a la vez contradicción de intentar habitar lo local y lo global, y de vivir entre dos hemisferios. No creo que el trabajo “afecte” lo global en ningún caso, pero si busca entrelazar diversas escalas y dimensiones, materiales y simbólicas. La obra propone un espacio que busca precisamente tensionar la observación material y situada (a través del cuerpo) en un lugar particular, con una percepción más abstracta que vincula lo planetario y sus geometrías, pero también el poder y hegemonía de una mirada superpuesta. Me interesaba, en este caso, friccionar esa relación que es en sí contradictoria y forzada, y en esencia dual. Yo creo que pensar el todo o esa conciencia planetaria conlleva necesariamente pensar en lo diverso y lo “otro”. Y el pensamiento ecológico, algo que también me interesó incorporar en esta pieza, se funda precisamente en eso: en ser capaces de pensar lo múltiple en escalas diversas e interconectadas. Ahora mismo, cuando estamos ancladas y encerradas, atrapadas en un lugar físico fijo, y al mismo tiempo más «conectadas» que nunca con el mundo, aunque sea de forma remota, me parece que se hace aún más interesante plantear los conflictos inherentes a estas relaciones.

La Cámara Solar surge de esas fascinaciones -y a la vez irritaciones- personales, sobre todo con la ciencia moderna y ciertas imposiciones coloniales, que pretenden dominar y universalizar el conocimiento y por ende también la mirada, como parte de un proyecto global que borra las diferencias y lo diverso. También está permeado por ciertas formas de observación arqueoastronómicas que he estudiado los últimos años, de las cuales rescaté algunos elementos, sobre todo el acto de mirar hacia abajo, hacia el suelo, para ver el cielo. Y está este vínculo con el sol que, además de tener un carácter simbólico, es una presencia física que orienta y condiciona el tiempo, el calendario y sus ciclos. Cuando te impones sobre otra cultura, sobre todo si es usurpando elementos de ese tipo, se genera una gran des-orientación. Me interesó el hecho de que, por ejemplo, en este hemisferio el movimiento del sol se percibe en el sentido contrario al reloj. Es por ello que culturas como la Aymara representan el tiempo a la inversa de la noción occidental. Es parte de una visión situada, localizada, que se intentó eliminar con el colonialismo. Quise tomar todos esos elementos que tienen que ver con la ritualidad, el cielo, lo cósmico, pero que también nacen de un lugar que quiero deconstruir. Y que inevitablemente conecta con el lugar desde el que hablo. Que es finalmente el único lugar desde el que me puedo situar, y que es inherentemente contradictorio por el choque de mundos que coexisten en una.

Cámara Solar (en colaboración con Luis Balmaceda), observatorio efímero en el espacio público, 2019.

P: Es interesante esa operación que generas en esa obra – y en otras también – en que tomas algunos de nuestros elementos más nobles, más ancestrales y los distribuyes u orientas de formar tal que entreguen cierto mensaje y descompongan la mirada clásica que tenemos sobre las cosas. Eso es lo científico o experimental que veo en ti, pues los elementos que te acompañan los colocas en una disposición tal que generan un experimento. Como en Full Spectrum, con los plásticos colgando, la luz que se difracta, los arcoíris, y esa foto de las personas cruzándolo… Esa obra me fascinó. Son elementos simples pero que mezclados de esa manera específica generan una instancia única, porque no solo dices algo con tus imágenes sino que también hay un tratamiento que involucra al otro. Y eso pocos lo logran, poder invitar al espectador(a) a que configure la obra según lo que le pasó, según su registro físico, su experiencia sensorial, la hora del día. Las experiencias son tan únicas ¿no? La noción del tiempo que tienes tú, y de la luz, no es la misma que tengo yo, y así.

E: Sí, y precisamente ese espacio del experimento y del laboratorio es lo que más me gusta y disfruto en el proceso de creación. De hecho, mi tesis de licenciatura tenía un capítulo sobre el juego y otro sobre la máquina (y un tercero titulado “el reino de los contrarios”). Últimamente tengo ganas de volver a recuperar ese espacio más libre e intuitivo, de alejarme un poco de la intelectualidad. Lo interesante de esa pieza, y de ese espacio de experimentación, es que hay una aproximación y visión mía y otra de los cuerpos que entran a jugar. Pero lo más bonito es que en realidad ese “espectro” que aparece cuando las personas están dentro del corredor solo pude visualizarlo después. Al igual que en Cámara solar, la instalación opera como un dispositivo, y se inspira en un instrumento óptico que quise desplegar en el espacio para abrir la “caja negra” del aparataje de un instrumento óptico sellado, transformándolo en una instalación espacial transitable, en donde las personas y su cuerpo se convierten en una suerte de interferencia.

En este trabajo se condensaron muchas capas de cosas que estaban pasando, relacionadas también con el espacio, que era muy raro: una galería, pero dentro del edificio de una compañía de seguros. Entonces era un espacio también transitable por los trabajadores de la compañía y tenía un perfil muy corporativo – la sala, el espacio- y luego, como en esas imágenes, con el deambular de las personas apareció esa especie de aura, en donde lo espiritual pareciera entrecruzarse con el origen científico de esa pieza. Porque surge de una exploración en que efectivamente me metí en laboratorios científicos, con astrónomos, y que luego se hace presente en ese espacio corporativo con su dimensión espiritual y esotérica. Se condensaban esos mundos. Cuando lo vi, decidí hacer esos retratos espectrales para el cierre. El espectro se refiere tanto al fenómeno lumínico como a lo fantasmagórico, algo que también me interesa mucho.

Corredor espectral, instalación y fotografía analógica, 2015.

V: Me llama la atención que tu tesis tuviera esos capítulos, porque sobre esa obra anoté rápidamente “lo mecánico” primero – por las operaciones de los aparatos de que te sirves como herramientas- y luego “asombro, alquimia, ver al revés, hacer visible lo invisible, derretir metales con 10.000 soles, pintar con luz, visibilizar la electricidad, un espejo de agua de Luna”. El juego. Justamente hoy estaba haciendo clases sobre los gabinetes de curiosidades y hablando de esa obsesión que existía en esa época, mitad científica y mitad esotérica, respecto de lo oscuro, lo misterioso. Tu obra cuestiona la potencialidad de esos instrumentos, lo que son capaces de hacer. Incluso los apuntas sobre ellos mismos: por ejemplo, el “jugar” en Victory over the sun con un instrumento científico para mostrar el “smog eléctrico” (esa electricidad presente en el aire y que nosotros no percibimos ni con el ojo, ni con el tacto, ni con el oído). Es hacer uso de las herramientas del capitalismo para desbaratarlo, para decir “miren lo que nos están haciendo”.

E: ¡Me encantó esa síntesis! La alquimia es un tema que siempre me ha fascinado. La transmutación de la materia y esa coexistencia de lo mundano y lo maravilloso. Y esa combinación del laboratorio científico con lo oculto y desconocido. También esa época en que se entrelazaban la magia y la ciencia, en donde lo popular, lo científico y lo espiritual convivían muy de cerca. Cuando los campos del conocimiento, el pensar y el hacer, no estaban tan segmentados.

V: Una mirada transdisciplinar y abierta, que el proyecto moderno de cierta forma aniquiló.

P: Hay algo en tu forma de hacer que va a lugares más oscuros, profundidades misteriosas… quizás por eso se me vino a la cabeza la idea de arqueología que citaba antes. Presentar preguntas que quizás nunca nos responderemos, exponer lugares muy espirituales, sobre lo que no vemos, lo que no entendemos, lo que no sabemos como será, como resultará. Mientras hablábamos abrí mi tesis, que estuvo relacionada con la luz, y que arranca con una cita de Nietzsche “el sujeto no es algo dado de antemano, sino que algo que se añade, se inventa y se proyecta detrás de lo que hay a la vista”.

E: Qué buena cita. Me acordé de un ensayo muy bonito de Edouard Glissant en Poética de la Relación que habla sobre el “derecho a la opacidad”. Es una suerte de oda a lo opaco y a ese entramado indeterminado que constituye el mestizaje. Creo que el lugar desde que el que hablo, y la realidad que habito, es opaca. Y en parte es por eso que me interesa indagar en esos espacios, que muchas veces son incómodos.

Cuando estudié el magíster escribí mi tesis sobre las Arquitecturas invisibles, reinterpretando el concepto de Juan Downey, uno de mis artistas favoritos y con quien se me cruzan muchos temas. En su obra está ese entretejer de hilos invisibles que conectan las diversas dimensiones y materialidades con que habitamos que me parece muy fascinante. Creo que lo invisible y lo desconocido son tan parte de la realidad como todo lo demás.

P: Y eso que en la sociedad hoy hay una degradación hacia lo desconocido, hacia la muerte…

E: Hace poco escuché o leí una frase que me pareció clave: “pensar la muerte como transformación, no como fin”. Creo que es un punto importante en el cambio de paradigma del que tanto se habla, entre todas estas crisis entrelazadas. Por otra parte, existe todo el tema de la incertidumbre y el pánico que ha causado el “futuro incierto” por la pandemia. ¡Como si siempre hubiésemos sabido realmente qué va a pasar más adelante! Hay algo de ficción en todo eso, y un excesivo afán controlador que es parte de este sistema de vida actual.

Creo que es por lo mismo que no me identifico con la mirada científica, pues si bien me interesan mucho los procedimientos, los laboratorios, las salidas a terreno, y los instrumentos, en el fondo está ese enfoque tan particular, específico y ese afán por delimitar… Me interesa más bien una visión caleidoscópica que multiplique y diversifique, en vez de lo contrario, que sería mirar a través de una lupa. Y el espacio del arte me acomoda precisamente porque me permite operar de esa manera, y tengo la libertad de unir espacios y campos diversos sin tener que definirlos ni congregarlos bajo una sola mirada. Finalmente yo creo que todo está mucho más permeado e interconectado de lo que parece, y que aunque el proyecto moderno nos hizo segmentar los campos del conocimiento  cada vez más, el arte puede funcionar en muchos sentidos como un espacio de resistencia, y romper esas estructuras para proponer formas de integración, que creo serán cada vez más necesarias.

Victory over the sun, video y fotografía, 2016.

P: El arte lo que hace es darte otra visión de lo que ya existe, o toma los elementos que tenemos cerca, y los reinventa, o recrea, o reconstruye. Tú hablas de ficción y claro ¿qué hace a un mueble más real que una obra? Ese gradación o matiz entre qué es ficción y qué es verdad: me interesa potenciar esa visión de lo supuestamente ilusorio con el arte.

E: Cuando hablas de ficción pienso en ese campo especulativo propio del arte al que te refieres. Siempre me ha parecido que es un potencial espacio de emancipación, pues permite e invita a imaginar otras formas posibles de coexistir. Es algo que ha estado muy presente en mis pensamientos durante esta pandemia. Leyendo a Octavia Butler y las “ficciones visionarias” que escribe caí en la cuenta de que ahí es precisamente en donde se encuentran el arte y el ecologismo: en la idea de que para cambiar algo debes empezar por imaginarlo y proyectarlo de una manera distinta en la práctica.

V: En estas discusiones sobre ficciones y realidades siempre es interesante el quien ¿no? Quien puede decidir, quien tiene el poder de decretar qué es real y qué no; o qué es importante, qué priorizamos. Volviendo a los nuevos medios y tecnologías y la idea de que visibilizan lo que estaba oculto, me interesa mucho también cómo invisibilizan, casi sin que nos demos cuenta. El observatorio efímero finalmente visibiliza el cielo, pues es algo que hemos perdido de vista. A veces caminando por la ciudad me olvido de que está ahí. Mi marido es un enamorado de la cordillera y me ha enseñado a verla. Pasa algo similar con el clima, antes teníamos los refranes, con su sabiduría popular que circulaba de generación en generación, conectándonos con los patrones del lugar que habitamos. Hoy en cambio recurro al celular…

E: Qué cierto. Conecto con otra reflexión pandémica, porque estuve por algunos meses en la casa de mis papás, y hace años que no pasaba tanto tiempo ahí. Me di cuenta de que hay muchas cosas de mi imaginario que vienen de ese lugar. Es en una zona rural, a las afueras de Santiago, y es un lugar que hoy forma parte de la periferia, cerca de los cerros pero también cerca de un basural. Mi examen de grado de licenciatura fue un ensamblaje de objetos encontrados y piezas de maquinaria con circuitos que surgió a partir de un cementerio de chatarra electrónica que encontré a unos cuantos kilómetros de mi casa. Es parte del tema de la estructura, esos espacios entre la ciudad y el campo en que también están presentes esos intersticios de los que hemos hablado, y ese entramado entre lo humano y lo no humano. Creo que buena parte de la noción de paisaje que me interesa se origina de una observación desde ese lugar de transición. Y aunque era un espacio privilegiado, verde, con árboles, era también un espacio liminal, de transición – entre la urbe y el campo, entre lo visible y lo descartado.

Volviendo a tu pregunta, y pensando en el acto de mirar el cielo, recuerdo que mi papá era astrónomo aficionado y tenía un mini telescopio. Entonces siempre estábamos mirando cosas que hoy son casi un cliché, pero que eran entonces un ritual casi sagrado: observar la luna, o ir a ver la puesta de sol cuando estábamos cerca del mar. Ahora que he estado meditando bastante – para no enloquecer en el encierro – me siento en la ventana, en el suelo, y veo pasar el cielo. Acá en Concepción hay mucho viento, y pasan las nubes, los pájaros. Es otra pantalla, en la que veo esas imágenes en movimiento. No quiero proyectar una visión romántica, pues la concepción romántica del paisaje como un «telón de fondo» es sin duda parte importante de lo que ha generado esta desconexión tan brutal entre lo humano y la “naturaleza”. Pero sí he pensado mucho en cómo las ventanas (además de las pantallas) se han transformado en portales de observación estos meses. Lo interesante para mi en este momento es pensar precisamente en cómo conciliar esos mundos, el de la tecnología, con el entorno y lo no-humano.

P: Me parecen imágenes fuertes. Es un acto muy potente que un ser humano que te está criando diga “mira, observa esto”. Son momentos que quedan y resuenan hasta el día de hoy en lo que haces. Me pregunto cuanta gente mira por la ventana realmente. Son ejercicios que nos conectan con lo que somos: seres que necesitan compenetrarse con este universo. Son espacios sagrados para mi.

V: Muy de acuerdo contigo, Paula. Hay una performance de un artista estadounidense, Scott Polach, que se llama Applause Encouraged, en que llevó a un grupo de personas a un acantilado a la orilla del mar, 45 minutos antes de la puesta de sol, a un espacio demarcado con cuerdas, con filas de sillas adentro. Un espacio, artificialmente creado, y que al entrar se te pedía que no sacaras fotos, como cuando vas al cine. La obra consistía en sentarse a ver el atardecer. Y después irse. Siempre me ha parecido muy hermoso. El artista crea una estructura para reingresar a ese espacio contemplativo, salir del hábito, y valorar lo realmente increíble de que el sol salga todos los días. Nos han dicho que no es increíble, que es un cliché. Es como ver las estrellas: otra cosa que la tecnología ha ocultado. Cecilia Vicuña estuvo en una charla del Centro Cultural España con varios científicos y científicas presentando sobre la contaminación lumínica. Hoy casi no existe “silencio” lumínico en el planeta, quedan poquísimos lugares en que se vea el cielo sin contaminación de luz de ningún tipo. Mostraban unos mapas impactantes. A mi ver las estrellas de chica me daba vértigo, me volvía loca, es algo que me cuesta explicar, incluso hoy. Me iba hacia adelante, me caía hacia el cielo. Era una maravilla profunda, absoluta: ver esos mundos en el cielo, que además están en el pasado. 

E: Me recuerda los sitios de observación arqueoastronómicos que llevo estudiando hace un tiempo, pues lo que más me interesa es precisamente que conectan las distintas dimensiones del paisaje y toman como referencia lo que está sobre la superficie de la tierra para estudiar el cielo y el entorno. No separan esas entidades en fragmentos independientes, desconectados entre sí. Y eso nos inserta a nosotros y a nuestros cuerpos dentro de la ecuación. En Cámara solar (Inversión), me interesó por sobre todo que el observador mirase el cielo hacia abajo, hacia el suelo, conectando el arriba y abajo desde un “entremedio” que es el cuerpo. Ese acto de integración, desde donde entienden el mundo algunas culturas andinas, es muy potente y significativo, sobre todo si lo reinterpretamos desde la complejidad de las dimensiones materiales y abstractas (e invisibles) de la tecno-esfera que habitamos hoy.

Taypi. 10000 soles, película de 16mm y video-collage HD con la socióloga Silvia Rivera Cusicanqui., 2019.

P: Es como en “Nostalgia de la luz”, un film de Patricio Guzmán. En ella un astrónomo explica que en realidad no sabemos, solo tenemos preguntas y más preguntas, cada vez menos respuestas. Y se refiere a eso que comentabas tú, Victoria, de que el momento que miras algo, no solo las estrellas, eso ya pasó. Ya es pasado. Es un documental glorioso. También se refiere a la inmensidad, y conecta el calcio de las estrellas, y la inmensidad del cielo, con el calcio de huesos de detenidos desaparecidos cuyas madres siguen buscándolos en la inmensidad del Desierto de Atacama. Esa idea de no entregar respuestas se me enlaza con tu obra.

E: Es muy bonito y potente ese documental, las nociones del tiempo profundo que conecta con la memoria, la pérdida y la inmensidad del desierto. Es maravilloso y brutal a la vez.

Y coincido contigo, no creo que el arte sea un espacio de respuestas, muy por el contrario, se trata muchas veces de la incertidumbre y también de lo no verbalizable. A mi me interesa como espacio abierto a la reflexión y a la experiencia sensible y subjetiva, y por ende, múltiple y diversa. Y creo que es necesario respetar e incluso defender esa ambigüedad sin necesidad de clasificarlo del todo, o explicarlo todo en palabras. Creo que en nuestra cultura el lenguaje verbal y la lógica tienden a dominar nuestro entendimiento del mundo y la realidad. Hay otros lenguajes que operan por medio de la percepción sensible, los afectos y el simbolismo, que son igual de importantes, y parecen estar relegados a un segundo plano. Ahora mismo estoy en curso de semiología andina y es fascinante cómo las figuras geométricas, los colores, las formas se “entretejen” literalmente con el paisaje, las costumbres, los rituales, los quehaceres. Siempre evitando esa idea nostálgica de volver a un pasado o de rescatar el saber indígena para “salvarnos”.

V: No es simplemente volver al pasado sino que resignificar en el presente, y reconocer esas sabidurías y resistencias que han sido devastadas.

E: Totalmente. Habitar ese lugar conflictuado y contradictorio que es ser producto del mestizaje, pero también poder emanciparnos subvirtiendo ese lugar de dominación y poder en la integración y reconocimiento de saberes que son propios de este lugar, y que están ahí afuera, que ves cuando miras el sol y los cerros por la ventana y hacen tanto más sentido – nuevamente, cuidando de no caer en la apropiación o extractivismo cultural y la folclorización. Finalmente ese es el gran problema, para nosotras que somos producto de esa herencia moderna-colonial: el haber crecido bajo la dominación de la cultura occidental/europea por sobre otras formas de conocimiento y visiones de mundo situadas en este lugar, y que tanto a nivel simbólico como material están muchas veces tanto más conectadas con el suelo que una pisa y el paisaje que te rodea. En el fondo muchas de las cosmovisiones andinas se fundan en los ciclos materiales del entorno y su coexistencia con otras entidades en el territorio, conectando micro y macro escalas, lo visible e invisible. Y eso es lo que precisamente muchas culturas simbolizan en patrones geométricos: el ordenamiento del paisaje, las tramas del tiempo-espacio, las dimensiones del cosmos entretejidas con el paisaje local, lo cotidiano y los rituales cíclicos. Son filosofías de vida relacionales.

No es algo fácil de poner en palabras, pero también vínculo esta forma relacional, entramada y compleja de entender el mundo con lo que la socióloga Silvia Rivera Cusicanqui describe como “epistemología Ch’ixi” (lo manchado e indeterminado), lo que el filósofo Timothy Morton llama “ecologías oscuras” o bien con esa idea de “arquitecturas invisibles” de Juan Downey.

P: Hay un trabajo que también me llamó la atención, Agua de Luna, que nos lleva de vuelta a lo ilusorio, lo ficticio y lo fantasmagórico. Lo relaciono con algunos de mis trabajos, y la idea de crear escenas y espacios inexistentes. Hacerlos realidad mediante la obra intervenido el paisaje y creando otro nuevo. Tú creas escenarios, permanentemente. O con el mismo lugar, o mediante artefactos que creas.

E: Claro, me interesa el mismo paisaje y la mirada sobre el territorio visto desde la lógica del artefacto, en donde se ponen en tensión esas relaciones sistémicas entre las partes o piezas disimiles que se conectan y a partir de eso emerge algo más.

Sobre la intervención que mencionas, creo que lo que me parece más interesante, mirándola ahora con distancia, es ese carácter de alucinación o de ensueño que tiene, que creo que es algo que me gusta mucho del espacio del arte en general. La acción en sí fue en cierta medida premeditada pero a la vez muy improvisada y precaria. Yo sabía que quería trabajar con el reflejo del cielo en el suelo, y jugar con la idea del espejismo en este lugar de aridez extrema. Y luego apareció ese cráter, de origen desconocido, en donde confluyen relatos populares que lo atribuyen a la caída de meteoritos, con discursos científicos que lo vinculan a erosiones causadas por el paso de aguas subterráneas. Y entonces creamos esta poza reflectante, efímera, en medio de ese paisaje lunar, que mirada desde una perspectiva reflejaba el azul del cielo y, desde otra, una textura metálica extraña. El material eran mantas reflectantes, originalmente diseñadas para uso espacial, y que hoy se usan para mantener el frío o calor del cuerpo en catástrofes. El video muestra la deconstrucción de esa poza por un grupo de personas que extraen el material del suelo haciéndolo desaparecer. Y en ese proceso, al ver el registro después, aparece el reverso del material, que es dorado, y de algún modo lleva toda la escena de la luz del sol y el reflejo hacia el tema del suelo y la extracción. Hay una relación muy profunda y tensionada entre suelo y cielo en el desierto de Atacama que quise entrelazar en esa experiencia. Investigando tiempo después me enteré de que el nombre de ese lugar, un oasis degradado por la industria minera y la condición del río Loa, significa “agua de luna” en Aymara (Quillagua).

Agua de Luna, video y fotografía digital. 2015.

P: Me pasa algo similar con un proyecto en el espacio público que quiero realizar en Alemania en una residencia que comenzaré pronto. Lo que más me gusta es eso, lo que otros puedan construir con los materiales que proponga, sin saber qué carajo va a pasar ahí. Tengo una cierta idea, pero el resultado me es un misterio. No quiero lograr nada: quiero observar, y documentar lo que va a ocurrir ahí.

E: Totalmente. Me gusta ese no saber adónde te llevará la práctica artística, algo que muchas veces conlleva también un estrés y un vértigo. Muchas cosas que se escapan de tu control, y esa disyuntiva de cuanto controlo y cuanto dejo permear con agentes externos.  Pero cuando todos esos elementos confluyen y aparece algo nuevo e inesperado que va más allá de lo que imaginaste es increíble, algo muy mágico, que te traslada y te moviliza.

Una respuesta a “Proyecto Sin Nombre – Elisa Balmaceda”

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: