La primera entrevista de este “proyecto sin nombre” es a la artista visual Gimena Castellón Arrieta. El proyecto no tiene nombre: es humilde y busca sobre todo que brillen las artistas que se entrevistan, abordando la precariedad en que ha sumido el virus al ecosistema artístico, pero también los problemas que ya estaban instalados. En un post en Abril escribí sobre como tendríamos que cambiar nuestras prácticas para apoyar a artistas y el sector de las artes: en mi caso, sólo podía ofrecer conversación.
Al proyecto se une la artista Paula Valenzuela, que cataliza este primer encuentro y otros que vendrán. Radicada en Viña, se dedica a la pintura hace 14 años. Conoció a Gimena el 2014 y desde entonces son cercanas.

Gimena (1979) nace en Argentina y se traslada a Chile el 2015. Su práctica reciente se centra sobre todo en la videoperformance y los materiales como formas abarcables de contar y profundizar relatos de migrantes, de mujeres, del campo, del sur. Con empatía y entrega Gimena se convierte en observadora y amplificadora, compartiendo la cotidianeidad de distintas personas y honrando sus historias con responsabilidad y delicadeza. Tuvo a Greta hace casi 4 años, y destaca lo importante de humanizar al artista – tal como ella humaniza a otras personas. Mostrarles en el taller, con niños y niñas, con maternidad, con problemas, con contradicciones. Así nos lanzamos directamente a hablar…
Gimena: En el arte los nenes no están. Lamentablemente, cuesta mucho abordar la realidad artística contemporánea desde la maternidad. Entonces yo todo lo que hago lo hago con Greta – obviamente hay que flexibilizarse, las cosas salen distintas, pero es parte de. Hay que visibilizar a los niños, porque pareciera que no están y después, cuando están, las mujeres tenemos el problema que dejamos de ser interesantes para el arte. “Uy, se puso a tener hijos y es muy complicado todo ahora”. Y bueno sí: es complicado.
Victoria: Siento que, con este virus, y todo lo que estamos viviendo, la única forma de sobrevivir es abrazar ese caos, esas complicaciones, que no sea todo tan estructurado… Salirnos de esa mentalidad blanco y negro. Orden bien, desorden mal.
Paula Valenzuela, quien hizo el enlace oficial entre las dos, se fuma un tabaco. Nos cuenta que ha pasado de fumar endiabladamente a uno o dos al día, se lo goza mientras empezamos a conversar. Gimena nos cuenta en que ha estado. Como toda argentina, es buena para conversar.

G: He estado muy activa, haciendo mil cosas. Estoy guardada hace casi dos meses y llena de cosas, la verdad no tengo tiempo para pensar en preocuparme de qué va a pasar porque mi realidad es así [hace chasquidos con los dedos], el minuto a minuto, el “qué viene ahora”. Me levanto en la mañana y es un continuado impresionante sin parar. Les voy a contar algo, que me parece que está bueno, para que lo conversemos. Me invitaron a ser parte de un proyecto que están desarrollando una antropóloga y un artista que se llama “Ocio” donde te pasan una bitácora donde vos anotas cuántas horas dedicas en la semana al trabajo, cuantas horas a airearte, cuantas a esto y lo otro. Y cuando terminé fue muy chistoso: para mi el momento cuando voy en la micro, pensando, ahí estoy trabajando en arte, entonces ¿esto cuenta, como lo pongo? [risas] Porque la verdad, siento que es un todo, y necesariamente es un todo. También la dinámica de la mujer artista dentro de la familia, . incluso no dentro de la familia una mujer artista – tienes que hacer un esfuerzo para hacer cosas que quizás hasta hace poco eran más fáciles para los hombres. No los critico, pero es una realidad que me tocó transitar y me tocó darme cuenta. Claro, tomaba la libreta y pensaba en que momento comienza el día del artista, y qué momento termina… en realidad no puede haber una bitácora con cuántas horas trabajo… ¡y qué es ocio! El ocio es cuando estoy viendo una película donde ya anoté un nombre, y conectándolo con lo que hago… [ríe]. Entonces creo que no es posible, siento que cuando empiezo mi día es como una película de Woody Allen, empieza la mañana, bailo con Greta, cocino, y esto otro, y mientras tanto… la cabeza va trabajando ideas nuevas que voy anotando…
P: Es divertido el tema del ocio. Yo justamente me siento en ocio cuando no estoy trabajando, o se podría pensar que el artista está en ocio y está inspirada y empieza a trabajar… Para mi ocio es estar con mi sobrino y no trabajar en nada. O irme a la playa… bueno pasan cosas en la playa, pero como tu dices no estar con la libreta anotando ideas… pero cuesta eso porque la máquina no deja de funcionar.
G: Sí, somos productivistas, todo el tiempo estamos buscando un producto. Tenemos un segundo y les cuento que para mi no hay nada mas vertiginoso (y me muero de la risa decírselos) ¡que descubrir que tengo una hora libre! ¿Y ahora que hago? Y me la paso pensando como quien elige una película de Netflix y está una hora tratando de elegir, y luego se queda dormido a la mitad de la película. Bueno me pasa parecido. ¡Qué hago con esta hora! ¿Mando el mail? ¿O mejor leo el libro? Y en eso se abre la puerta y entra Greta.
V: Hay un libro que se llama “Como hacer nada” de la artista californiana Jenny Odell y habla del hacer nada como algo sin utilidad, como jugar con la sobrina, ver una película. Claro, la cabeza siempre funcionando, pero siempre con esto que se ha notado tanto con el virus, que, si en esta cuarentena no escribes un libro o creas tu obra maestra, básicamente eras una floja. ¡Y no es así! Hemos perdido la importancia de hacer “porque sí”… no porque me va a dar visibilidad, o aprender, o conocer a alguien, sino que “porque sí”. Y eso se agrava con las redes sociales, el estar mostrando. Es un libro muy interesante, lo toma desde una perspectiva de rebelarse, de resistirse a una economía de atención y consumo.
G: Así es. Yo hago el ejercicio de pensar si realmente lo que estoy haciendo lo hago porque realmente quiero hacerlo y no por estar cumpliendo con algo o con alguien. Incluso me pasa con mi obra, a veces hay una especie de camino muy limitado y tramposo, que tiene que ver con ser profesionales como artistas. En ese camino una empieza cómo a encontrar un lenguaje propio – siento que la artista es una persona súper libre, personas que pueden tener la libertad para pensar cosas que otras no piensan, o que no tienen espacio para hacerlo. Y entonces se asoman escenarios alternativos a la realidad, algunos funcionan, otros son meramente lúdicos.

Pero existe este camino de la profesión de la artista, dónde encuentras un camino y tienes que darle como de acá a 30 años para adelante, por una supuesta “coherencia”. Y nunca se puede cortar eso porque, sino, no, da la idea de que estás re-perdido. Es un bajón, porque como artista uno va perdiendo el entusiasmo, el cerebro se aburre si no aprende, y se aprende cuando se van inventando cosas nuevas. A mi me gusta inventar, mezclar, me meto a fondo con algo y después lo suelto, y lo dejo ahí un rato, empiezo con otra cosa…En general son temas que me resuenan, me llegan, y el tema me manda a hacer cosas, vivir en un formato especial, en un material especial, y voy aprendiendo y haciendo. Creo que soy más fiel a mí metodología de trabajo que a que todos los trabajos sean parecidos. Y entonces alguien dice “mira cómo este artista etá qué coherente, estuvo 10 años lijando una piedra” y la verdad es que no. A veces cuando me toca sentarme a trabajar y se asoma una idea, ahora me pregunto: esto lo estoy haciendo porque realmente, realmente, me late investigarlo o estoy tratando de cumplir algo. Porque hay como una trampa. Cumplir como artista, la presencia en Instagram y mostrar lo que estamos haciendo, o como lo hacemos, y es difícil a veces volver a escucharte y ver qué querías realmente hacer.
V: El capitalismo interiorizado. Siempre pienso lo difícil que es ser compasivas con nosotras mismas. Parte del discurso del auto perfeccionamiento y exigencia. Me ha costado empezar a perdonarme cuando quería quizás quedarme viendo un pájaro cantar, y terminé yendo a una exposición por cumplir. Quizás también es una forma de resistir las formas que impone el sistema patriarcal, el ser más compasivas con nosotras mismas cuando caemos en ese juego. Que es algo tan básico, pero estamos tan sobre exigidas, bombardeadas por historias de éxito, y cuesta, sin duda nos cuesta.
P: Es verdad lo tenemos tan interiorizado. Un chip que se nos insertó. Especifícate, sé bueno, una cosa muy lineal. Ser coherente, de una línea. Ya en la facultad recuerdo que tenías que especificarte y que ojalá trabajes 10 años con un tema. Y a veces pasa que estoy un año rallando con un tema, después me interesó otro. No somos unas máquinas que pueden profundizar eternamente en lo mismo. Hay una visión un poco extraña del artista que lleva 20 años estudiando algo entonces es de por si bueno. Y las que somos más difusas hay una visión de que hubiera un despelote, que faltara una visión clara de trabajo que no hubiera una línea. Yo este año decidí que a la mierda los statement. Ya te encasilla: yo hago esto, trabajo sobre esto, y ya está. Una misma se encajona.
V: Y prioriza muchas veces el producto sobre el proceso, siendo que en el arte es tan importante el proceso, los tiempos, el armar y desarmar. Y se prefiere una cosa terminada, coherente, con una narrativa bonita y cerrada. Y la vida no es así. Ya hablábamos de Greta que en cualquier momento puede entrar. Lo otro es tan poco humano.

G: Yo creo que antes me criticaba como “uf que hiciste”. Pero he llegado a un momento en que intento estar más situada en este momento. Y el virus nos ayuda un montón a estar situados en el momento. Si hay algo que agradecerle -lamentablemente hay que agradecérselo al virus que es un bajón- es el estar viviendo el minuto a minuto. Yo me siento y trato de tener esa conversación conmigo misma. Y todo desde el humor, salí de esos lugares tan latigantes. Y sobre lo que decías de valorizar el proceso, es que los artistas encontraron una linda manera de mostrar eso con los open studio, por ejemplo. Cuando el formato galería se empieza a agotar, y también pensando que a las personas les gusta ver el mundo del artista, y qué se yo. Por lo menos en Argentina convocaban un montón, los open estudio se llenaban. Abrías una exposición y era como cumpleaños en febrero, tipo el tío, el primo y diez personas, los mismos de siempre. Mientras que en el open studio estaban todos, y hay un factor humano, la cosa más viva, como es esto, a ver qué estás haciendo, avances o cosas que no están en la galería porque son fruto de mil dudas, son medios caminos, y la gente está más interesada en poder sentir el arte más que sólo verlo. Es una idea con la que me vinculo, me resuena.
Y lo que decías vos es tan cierto, fuimos entrando en esta casillita, del artista profesional mostrando en galerías, mostrando en museos, y ahora resulta que tenemos un súper problema porque está todo cerrado, no podemos dialogar con esas escenas, quedamos huérfanos de eso, y resulta que tenemos que seguir viviendo del arte porque somos artistas. Y entonces qué hacemos. No hay nadie mejor que el artista para inventar cómo vivir de esto maravilloso que es el arte, y empiezan a aparecer escenarios alternativos, ideas, cosas, y está bueno esto de mostrar la realidad, de dónde viene el arte. Desde qué lugar está ese artista trabajando. Yo creo que el formato residencia que también fue algo súper lindo, los artistas empezaron a moverse. No es porque si, estuvo bueno porque estás encontrando maneras de generar redes y nodos para visibilizar tu trabajo y además ver cómo trabajan otros artistas. Yo cuando llegué a Chile, Paula me hizo contacto con una residencia y eso te pone en un lugar relindo. Ahora no podemos viajar, entonces yo empecé a pensar que como contamos esto genial que encontramos, y con esto que está remalo de no visibilizar los procesos, no mostrar desde dónde viene el arte, y solo estoy mostrando los resultados del producto en la galería, en el museo. Y hay cosas que se pueden generar como esto mismo. Mostrar esto, el taller, la casa taller, los borradores, y mostrar esta precariedad que tiene toda idea antes de ser mostrada, limpiada, y puesta en un plinto en el museo. Es esta realidad en la que estamos ahora los artistas.
P: Lo relaciono con el libro “La salvación de lo bello” de Byung-Chul Han, que habla justamente de eso, de esa cosa pulcra, limpia, el smart phone, el primer plano, la selfie, como que no hubiese memoria, sufrimiento, como que no hubiese nada. No hay proceso, no hay nada, solo ¡pum! la imagen.
V: El es un crack. Y la palabra pulcro… estaba pensando justamente en lo plástico, la idea de lo brillante, nuevo, suave, sin fallas, sin aristas. Pensaba también con el tema del open studio. Hay una cosa que me asusta en una sociedad tan neoliberal como la chilena (y quizás la argentina) de arriesgarse a plantear al artista como un commodity, como un zoológico humano 2.0, un espectáculo. Personas que conozco que tienen esa idea de la artista tan pre-empaquetada, bonita y un poco “cool”, muy ligada al consumo. Evidentemente es una línea difusa, porque son instancias que humanizan mucho, evidencian los procesos, generan redes que no existirían de otra forma, dan un espacio para el encuentro, las preguntas, lo nuevo…
G: Es muy real eso. Por eso pienso que también como que los artistas …esto que está pasando nos pone en una situación como que cortamos el vínculo con “el circo”, con los dueños del circo que exhiben la obra. Sin ánimo de criticar, no soy ni anti-museo ni anti-galería, son lugares que está bien que estén. Pero en cómo son tratados los artistas en esa relación, es un buen momento para que los artistas pensemos cómo hacer para hacer dialogar la propia crisis de la escena del arte con la crisis-mundo que tenemos ahora. No estamos ajenos, por más que “cool” que nos veamos, a esto que está pasando, y la mayoría está preocupada por su trabajo, por la salud, la casa … los artistas también tenemos preocupaciones propias de un empleo precario y una escena. Algunos más precarios que otros, hablando de Latinoamérica que es lo que más conozco. Y Argentina y Chile, tan diferentes. Aquí en Chile los talleres son espectaculares… en Argentina es otro tipo de relación con el taller. Pero bueno acá es otra la relación porque hay un factor importante que es la academia, y para acceder a la academia tenés que tener resuelto tanto.




Entonces los temas de los artistas, la fragilidad del artista, son distintas en los países. En Argentina ser artista es una historia de amor no correspondido [risas] donde la artista le da y le da y le da y le da y por ahí te llegan dos monedas. Y todos sabemos que es así. Acá en Chile está un poco más organizado, porque también hay vínculos de poder inscritos en la carrera del artista que tiene que ver con la escena socioeconómica a la cual el artista a veces pertenece. Es otra economía… En Argentina mis amigos artistas están desesperados con el virus, acá no los he visto tan desesperados, no digo que no, pero no los he visto tan tan desesperados. Pero tiene que ver con de dónde sale el arte. Es lo que decía de visibilizar ese lugar, mostrar el camino, de dónde viene este artista, como se mueve todo eso para llegar al lugar donde se llega. Muchas veces en Argentina tenés la suerte hacer una individual en una regalería pero tu flete es una micro con la obra y haces 20 veces el viaje. Cosas que por acá no pasan.

V: Me encanta eso, lo que queda oculto. Hoy solo mostramos ese brillo de que hablamos. Y las historias de éxito tan contadas invisibilizan las historias de quienes van quedando afuera, las mujeres, artistas de regiones, migrantes. Por eso también importa el proceso – no compartimos las heridas, y solo es mira todo lo bueno que estoy haciendo. Genera esa sensación que todos los demás están super bien, cuando al otro lado de la pantalla puede ser que no tanto. Estamos empujados a lo individual, escapamos de lo colectivo, de compartir.
G: Ese backstage emocional del artista que no se muestra. Y no es algo penoso, sino que un ejercicio de la memoria, del camino que uno ha hecho para llegar a algún lugar con el arte, o cómo se percibe el camino del artista a través de Instagram. Eso lo que todos están viendo, ves que tal persona quedó en una residencia, esta estupendamente pasándola bien, haciendo la mejor obra de su vida. Y además es joven, no tiene arrugas [risas]. Eso es lo que dice Instagram. Es el filtro de realidad, los likes. Pero bueno, esas herramientas las podemos usar a nuestro favor, eso es algo que han hecho muchos artistas, comprender esa ventana al mundo para ir subiendo sus avances, sus dudas. Usar el Instagram como un diario de vida, entonces vas subiendo tus cosas, vas mostrando quien sos, que te gusta, y la gente empieza a conocerte un poco más.
P: Yo quería comentar el tema cultural, que también afecta. En nuestros países hay una diferencia en como nos relacionamos con el espacio público, con la precariedad, con los demás. Algo que quedo después de la dictadura, el irse hacia adentro. En Chile hace poco, te diría 5 años, que se está abriendo la cosa, nos juntamos en el parque, hagamos un picnic… que en Argentina son obvias, ni siquiera son cuestionables, y acá recién empezó a abrirse. Creo que es fundamental, el chileno lo prepara todo y cuando lo tenga, lo muestra. Versus una actitud más de “me chupa un huevo”. Hay como una acumulación del chileno y también la educación como bien preciado, nos cuesta soltarla porque cuesta demasiado, fue tan difícil llegar a ella y tan caro lograrlo. Entones pasa mucho el “para adentro”, de a poquito, lo que se muestra es siempre con mucho cuidado.
G: Hay algo, me gusta ponerlo en una palabra, que es la conversación. En Argentina los artistas trabajamos con una gran conversación: vamos mostrando, tirando ideas, después para otro lado, y así una conversación que vamos sacando para afuera. Es una idiosincrasia muy marcada, hablar hasta por los codos de todo, si hay que mostrar el error, las fallas, igual lo muestro todo. Acá es cierto que es más para adentro, y muestro algo si estoy completamente seguro, pulido, testeadísimo. El argentino me parece que hace un ejercicio de hablar en voz alta. Le hace espacio a la duda, no hay lugares sagrados del artista. Mostrar la falla, lo inacabado, lo precario. A veces es casi demasiado [risas] abundancia de fallas. Está bien, a veces hay que irse para el otro lado. Además, que si está todo terminado, está todo perfecto, cual es el lugar del espectador, está todo listo.
Pienso lo que está pasando con los artistas en Chile, sin galerías. Tantas cosas se cayeron, fondos que no se entregaron… Yo quedé con una muestra en el MAC, mis obras ni llegaron para allá, me invitaron Paula Salas y Soledad Pinto y otras artistas más, y bueno, pasó lo que pasó y ya no. Paula ¿como lo ves tú, como lo vives?
P: Yo estoy en mi salsa. Siempre he sido rebelde con el tema de las galerías, a veces pienso que he hecho huevadas, pero después veo que no, voy avanzando. Pero cuando voy al taller no voy porque tengo una muestra o una entrevista. Estoy disfrutando este momento porque es una cierta paridad. Es primera vez que me gano una residencia, y justo viajaba el 1ero de Abril y coronavirus, chao. Aplazada. Primer año con algo más formal; siempre he sido muy metida con otros artistas, otros proyectos, poca estructura. Entonces no se me desmoronaron esas estructuras. Y bueno, estoy disfrutando. Hay que entender que no vamos a desaparecer: tranquilos.

G: Como la sensación postnatal de una artista migrante. Es que las mujeres cuando nos ponemos a tener hijos, el gran temor es desaparecer, por tu hijo, porque hay muchas cosas que no puedes hacer, como residencias largas, o ciertos traslados a exponer…[Greta exige caramelos con precisión de reloj].
Entonces creo que en este momento las madres podemos ser expertas en como salir adelante. Bueno yo estaba en medio de una investigación para una residencia al sur de Chile en Tierra del Fuego en enero. Se llama CAB, y empecé una investigación en torno a los relatos de las mujeres que habían llegado con hombres que venían a poblar Tierra del Fuego, en zonas despobladas entre comillas, en realidad había población autóctona, ya sabemos la historia de qué paso.
Lo que a mí me interesa es que los relatos que llegan siempre son el señor que les enseñaba a los suizos a andar a caballo, y el suizo que después puso el aserradero y dio trabajo, y que era gran empresario y puso escuela, qué se yo. Nunca se cuenta que ese mismo camino que recorrieron ellos para llegar, ese camino sinuoso, con barro, peligroso, no se cuenta desde la óptica de una mujer, las suizas que llegaban, que algunas tenían 15 años, recién casadas, siguiendo a un hombre… me imagino los mil miedos que habrán tenido, tienes un Selk’nam ahí en el patio, como habrán transitado ese camino… Lo cuento así como chistoso, no era tan así, pero igual un poco sí [risas]. Y me interesa ese imaginario desde la empatía de una migrante hacia otra migrante, entender el camino de las mujeres y en este caso no encontré muchos registros ni nada escrito acerca de eso, y lo que hice fue un análisis del archivo fotográfico del museo, que es bastante pequeño porque hace poco que está. Eso lo cruzo con un poco de análisis semiológico, en el sentido de los gestos, las manos, del cuerpo y trataba de encontrar cosas – como si esos gestos fueran un código y un lenguaje en esa posibilidad limitada de comunicarse que tenían las mujeres de la época. Entonces investigué eso, mientras por otro lado desarrollé un trabajo ahí mismo de performance. Video performance es una manera que encontré de vincularme inmediatamente con las situaciones, me resulta y me gusta, siento que es accesible, que es realista con nuestra capacidad productiva.

Es un proyecto bastante grande, iba a haber una muestra en noviembre, hoy por hoy no sabemos, todos los calendarios se cayeron. Ahí trabajo entrecruzada con la antropología, la psicología, la sociología. Pero no de que estudie y estudie y estudie. Al contrario. Estoy mirando un trabajo, y una foto, por ejemplo, y encuentro una pista, una pregunta, un algo ahí, y la bibliografía me llega después. Me pasa mucho que hablo con amigos, tengo un amigo muy querido qué es antropólogo y me dice eso en antropología se llama de tal manera, eso en antropología lo hacemos de tal manera [risas]. Ese cruce de la vida con el arte, de salir a buscar lo humano donde está, cómo vivió, cómo llegó. En ese sentido siento que investigo, con perdón de los investigadores, porque busco la huella de lo humano. Buscándolo detrás de un material como en su momento cuando trabajé con el cartón, estoy buscándolo atrás de un gesto ahora en las fotos, de una mujer sentada que aprieta su mano de determinada manera, y puedo comprender una fragilidad y una resistencia…
Entonces yo voy buscando eso, voy buscando lo humano, me interesan mucho los relatos, la historia, quiero que me cuentes una historia, incluso si esa historia no sale ningún libro, incluso mucho mejor si no está en ningún libro, porque es singular, está llena de fantasía, y por lo mismo, llena de una voz propia. Eso es lo que me interesa, cuando alguien me cuenta una historia, de lo que sea, tomarme el tiempo para escucharle es un acto completamente rebelde, siento yo, perder el tiempo… contame una historia, contame algo. Es una ocupación del tiempo sagrada para mí, por eso hablamos de la conversación también al principio. Es una conversación con materiales, con esta fotografía donde yo trato de buscar y construir un poco el relato, a veces hay más relato, a veces hay menos, a veces logro que una persona me cuente algo, y cuando no hay una persona, empiezo a ver los objetos, una huella, algo que quedó, a descubrir un relato que nadie escuchó. Hay un poco de ficción a veces, como una ficción documental.
V: Tiene mucho que ver con el tema los cartoneros en el sentido de la performance, pero también de contar historias de migrantes que se trabaja desde una empatía tuya, pero historias de otras personas, verdad. Yo te escribía en nuestros correos que me enterneció mucho y me emocionó la delicadeza con la que tratabas las historias de los cartoneros, y en entrevistas hacías hincapié en el tema de no exotizar al “otro”, no exotizar la pobreza… Lamentablemente son cosas que pasan mucho, el sentirse bien o pararse encima del otro al hacerlo. Me encantó que los llames tus teóricos, pues tu investigación mira los mismos temas la antropología, pero sin duda desde la disciplina del arte, con un lenguaje totalmente distinto. Me llamó la atención la palabra barro, que se conecta con tu investigación anterior, pienso con qué conecta el barro, qué te hace sentir. Incluso la idea del caos que hablamos, los procesos, el desorden, o el cuerpo.
G: Cuando yo empecé a trabajar con historias de otros fue sin saber, así es tantas veces en el arte. Yo vivía en un departamento en Buenos Aires que me lo alquilaba un viejito que tenía un bazar, y entablamos una relación de años. El fue como mi mecenas, un viejito que no era de dinero, y teníamos un vínculo muy especial a través de la conversación. Entonces yo empecé a hacer un trabajo con él, yo iba, hablaba, ponía el grabador, conversaba, sacaba fotos, y cada vez que iba a encontrarme con el, el pensaba que me estaba ayudando para que yo me gane una beca de arte. Entonces nada, a veces nos sentamos a conversar y es como ahora: la conversación se va abriendo, y a veces llegamos a un punto re sensible, el me hablaba de la madre que se había muerto, y yo salía con la cámara y con todo y pensaba, qué soy si hago una obra con esto. Con todas esas angustias y dudas esa obra se mostró pocas veces. Pero fue la primera vez que trabajé a consciencia de una forma más antropológica y fui a una de mis primeras maestras – me gusta decirle maestra- y bueno, a mi maestra Mónica Millán le cuento todo esto, ella es una monja Zen, es como una ninja, es de una elegancia y una rectitud impresionante. Me dice “Gimena, esas personas querían contar su historia y no encontraron una manera: vos como artista tienes la responsabilidad de contar esa historia, te están entregando eso, tu no les sacaste, no les escondiste nada, y ahora tu responsabilidad es ver como hacer para que eso se muestre”.

Fue muy loco entender esa responsabilidad y ese rol. Yo y la obra es una excusa para generar conversaciones acerca de ciertos temas que para esas personas son importantes. Como los cartones: los cartones aparecen y se generan conversaciones en torno a eso porque hay personas detrás de esos cartones y creen que es importante hablar de esto.
Obviamente la brújula es mi propia sensibilidad, que conecta con un tema, con el otro. Pero uno está poniendo micrófono para que se amplifique un universo que está ahí, latente, y entender con humildad ese rol. Y entender que también vas a fallar, que vas a intentarlo con la mejor intención, y te vas a equivocar, porque a veces puede pasar. Y eso es contar y devenir de trabajar con personas. Desde ese lugar comprendí que era una responsabilidad lo que te están entregando. Y confían en vos. Te entregan horas de conversación porque confían que con eso harás algo que llegará a otros lugares que ellos, por más que levanten la voz, su voz no va a llegar.
Entonces por ahí partió. Trabajo con un grupo rural en Matanzas, por Navidad, ese sector, y lo que hacíamos con un grupo, íbamos a trabajar con los lugareños, con el paisaje, en mi caso me quería concentrar en las mujeres, que por algún u otro motivo habían quedado aisladas, envejeciendo en ese lugar. Al aparecer ciertos electrodomésticos, distintas rutinas, habían generado en su día a día espacios de soledad y de “ocio”, entre comillas, impuesto. Por qué las mujeres estaban dedicadas al trabajo y de pronto aparece, no sé lavarropas, y se le aparecen dos horas de estar haciendo nada, y mucha soledad. Aparece depresión, cambia tanto la tecnología, que ya no es necesario sembrar tanto, o incluso muchos problemas con el agua que coartan sus rutinas diarias. Entonces lo que hacía era sentarme a conversar, y algo que dijiste que es re importante, “ponerle el cuerpo” a la situación, que me enseñen a hacer algo, lo hacemos juntos, cocinamos juntos, muevo las manos al mismo ritmo que ellas las mueven, reímos juntos, reír con el otro, mirar, escuchamos un tango, me senté bajo el árbol donde esa persona se sienta… un diálogo de cuerpos, un diálogo de cotidianidad, de la cosa chica, el enseñar con el cuerpo. Creo que despliega una sensibilidad que después uso para los trabajos, y hay algo ahí que me da combustible, me da como magia. Me gusta ir a esos lugares donde nace la historia.
V: Se habla mucho hoy de apropiación cultural, especialmente con el tema indígena, que de cierta forma está de moda, y mucho artista que lo usa, toma prestado y expone… y me impresiona la diferencia entre eso y el “gastar” el tiempo, esto que hemos estado hablando, quizás hasta nosotras perdiendo el tiempo ahora, el estar, un espacio de ocio que implica tiempo y espacio escuchando al otro. Tu mencionas mucho en tu trabajo el tema del territorio que finalmente es un estar-en, poner el cuerpo, y eso obliga de cierta forma a ser responsable, la historia no es la misma cuando no la vives, pero si la con-vives. Ya no es una mirada que apropia, sino que acompaña. Pienso en la intuición y la empatía, volviendo a esos gestos de las mujeres de las fotografías, interpretando esa memoria a través del cuerpo, memorias del cuerpo femenino, y esa habilidad que desarrollamos para leer cuerpos, leer expresiones…
G: Siento como que la intuición todos los artistas la trabajan. En mi caso en particular le hago mucho caso a eso, después pienso y empiezo conceptualizar, se arman cosas. Pero, por ejemplo, cuando estaba en el museo y veo a la mujer apoyando su mano derecha de determinada manera, y me di cuenta que era la única mujer poderosa, vi algo ahí, apoyaba la mano encima de unos quesos que ella hacía…Le hago mucho caso y creo que es clave, lo que estas diciendo me resuena, hay una memoria ancestral en el cuerpo, y cuando uno se pone a recrear o a convivir estos espacios domésticos. En el caso del CAB en el sur solía hacer cosas como me imaginaba que lo hacían ellas. Lavaba y miraba la ventana un montón de rato, me quedaba repegada mirando, pensando en qué momento me llegaba el vértigo de estar al fin del mundo, en qué momento lo sentía en mi misma. Mi performance tuvo que ver con la ropa en esa agua helada helada helada. Y les digo cuando lo estás haciendo sentís como que hay otra información, súper sutil, y creo que tiene que ver con que hay algo en la memoria. Uno hace las cosas como sabiéndolas, no se como decirlo.
P: Me hace mucho sentido. Una vez -es medio increíble- pero participé en un taller de fuego, de cómo armar fuego. Fue increíble, porque te lleva a miles de años atrás, a tu especie, a una memoria, a estar ahí. Primero, lograr el chispazo, que es un montonazo de tiempo, dos horas, dos horas y media, entonces estás ahí, empiezas a mirar al de al lado, los silencios y ¡Pa! De repente a cada uno le sale. Y ahí viene la cosa de cómo lo conservas, y como se traslada. Todo ese proceso, fue una noche entera, y realmente uno se va a otra memoria, pude ponerme en el lugar de lo que éramos. Una sensación loquísima, que es lo que haces tu con tus ejercicios, ponerte en el lugar, poner el corazón, y con la observación de lo que no es tuyo, pero que sí es tuyo también.

G: Ahí la intuición juega mucho. Invento cosas. Me invento todo. Me da risa, mi mamá cuando chica me decía “otra vez los inventos de Gimena” y había hecho algo, enchufar un cable con algo, y se golpeaba, se ensuciaba… Y si, otra vez lo inventos de Gimena, y ahora vamos por más [risas]. Esas metodologías que invento y que después veo que existen, las voy adaptando, me gusta eso de meter las manos en el barro, meterme a fondo en un tema, sentirlo, y hacerlo mío, tiene que ver con mi memoria de infancia, la manera en que aprendí a imaginarme las cosas y a construirlas. Había un terreno baldío al lado de mi casa. Entonces con ramas, palos, cosas, me armaba un mundo. Es lo más singular que tenemos como individuos, no imaginamos de la misma manera, por más que trates.

Entonces, me invento cosas, metodologías. Y vas encontrando bibliografía, compañeros… Bueno y esa cosa que tiene el arte de lo original y único, “se me ocurrió a mi”, “soy el único que está haciendo esto y nadie más”, que si aparece alguien que está haciendo lo mismo es enemigo, y eso es horrible. No hay nada mejor que encontrar que hay alguien que está tan loco como vos – o tan cuerdo como vos- y que están investigando desde varios enfoques. Yo por lo menos en el proyecto del cartón me hice una bitácora online e iba subiendo cuando encontraba a alguien que trabajaba con cartones: fenómeno, lo subo, si alguien quiere buscar trabajos con cartones encuentra el mío y éste también. Está buenísimo que pase, si estamos muchos trabajando con este tema es porque hay algo que necesita ser dicho, observado o comentado.
V: Voy a insistir, se vuelve a aparecer el barro, una cuerda que siento hay que tirar. El barro en Batuco, en el sur, en este sitio baldío…
G: Me encanta el barro. Me encanta, me encanta, me encanta, me encanta la tierra, me encanta darme cuenta que soy tierradentro, que vengo de ahí.
P: Reencarnación de Ana Mendieta [risas].

G: Pienso cuando era chica y estaba genial ese mundo, de barro, renacuajos, la comadreja, tenía la suerte de vivir en un lugar que estaba bastante salvaje. Pero todo ese imaginario entre lo salvaje, y por otro lado que leía mucho, mucho más que ahora. Me gusta la tierra, el tierradentro, hay una artista que me encanta que se llama Liliana Herrero, me pegó muy hondo, me pasa que esa mujer tiene una voz que te comunica con el tierradentro. Sentís la tierra profundamente, tu pertenencia al mundo, que estás oliendo la tierra después de que llueve, una sensación inmediata. Ojalá pudiera hacer una obra que comunique con tanta inmediatez esta pertenencia mundo. Hay algo ahí quizás como gran deseo de llegar a poder conectar de esa manera con el trabajo, de una manera más directa, eso que tiene la música que te llega tan directa, y te mueve. En el arte nos hemos puesto tan crípticos que a veces a la gente le cuesta llegar a ese lugar, no es que no seamos honestos, pero cuesta que la gente conecte con esos mundos que creamos.
V: Me pasa con ciertos textos a veces, que crean una distancia al leerlos, como el que nos mandaste sobre la exposición “Todos los lugares donde ya no estoy”. El querer demostrar, el usar palabras difíciles… también siento que es una piedra de tope, en una casa en el sur, en Matanzas, hay que usar palabras que se entiendan y eso no quita profundidad a la conversación. A veces las palabras se necesitan, la palabra es exacta, pero cuando se convierte en una sopa de letras…
G: A mi ese texto, en lo personal, me encanta. Lo disfruto, me lo hizo un grande, un maestro que es un placer hablar con él, no me crees la cantidad de palabras que tiene para cada cosa [risas].Lo que pasa es que esa obra era muy literaria, trabajaba con mi biblioteca personal. Y esa sensación confusa, de perderse, tiene que ver con el museo personal que era esa muestra, un museo de todos esos lugares donde yo ya estoy no estoy. Ya no estoy en esos textos, ya no estoy en esa literatura tan enfrascada. Ya no estoy en esas maneras de producir tampoco, ya no estoy ahí. Fue casi como una muestra de despedida, es como raro, pero fue mi primera individual después que dejé Argentina. Entonces volví a hacer esa muestra. Eso a mí me encanta, y Argentina y Chile tienen expresiones y palabras distintas, que se pierden. Me pasaba al principio cuando llegué no entendía, me preguntaban que quería tomar y quedaba… [risas]. Esa muestra trabajé embarazada, y luego con Greta bebé, y la llevé de tres meses, la pobre durmiendo atrás de una obra, le armé como una especie de cunita en lo que era mi galería (Galería Acéfala).

Tiene esa confusión porque creo que lo que me estaba pasando a mí también era una gran confusión: aprender a despedir los fantasmas. Yo estaba dejando definitivamente ese juego mental y ese enrosque en ciertos temas porque yo ya no estaba más ahí. Por ejemplo, había una obra que tiene un anillo que es una alianza de cobre, porque yo ya no estaba en esas cosas, en esa situación de casarme, esas cosas que siempre había soñado, que siempre había querido, en que había habitado durante tantos años. Creo que la confusión puede aparecer en esta muestra. A mi el texto me gusta, me encanta, viajo en ese texto. Pero era el fin de un momento mío y empezó otro. Menos barroco, mas tierra. Menos mueble, más madera. Menos obra enmarcada, más videoperformance, más inmediata, ahí [marca con las palmas de las manos].
P: Bueno, creo que también tiene que ver con que saliste de tu zona de confort, cuando uno se va de un país hace cosas que jamás hubiese hecho en el propio. Qué pasa con Chile, tenemos la naturaleza encima, la tierra, la cordillera, el paisaje, el campo siempre está presente, hay una forma particular del espacio que no te la da una ciudad como Buenos Aires.
G: Así es, y me encanta Chile, me separé y nunca se me ocurrió irme, esa humildad en la que te deposita la presencia del paisaje constante, el borde sinuoso que te mira, me encanta. Te hace recordar muchas cosas. Incluso que tiemble, miren lo que estoy diciendo, que te llegue un temblor te dice “bajemos un poco”. Hay algo que me gusta, que hay espacio, hay espacio todavía para ver el cielo. Yo soy de Bahía Blanca, 14 años en Buenos Aires, y que Santiago con toda su fisonomía sea una ciudad capital me atrae, porque siento que todavía hay espacio. Tacos montón, pero igual.

También tiene que ver con ese diálogo constante con el paisaje que se da acá, y el paisaje que yo tenía en Buenos Aires eran como edificios, otro universo, una arquitectura muy francesa, una elegancia distinta, una cierta nostalgia, una cierta literatura. Todo eso estaba en mis trabajos, evidentemente. Y cuando me mudo acá, bueno uno no puede mudar todo. Cuando empecé a hacer obra acá salía con un grafito en el bolsillo y escribía en las paredes de las calles. Chiquitito. Como un murmullo, un comentario. Era lo único que tenia, no me había podido traer nada, entonces mi ejercicio era caminar, y tratar de apropiarme de la ciudad, hacer mío ese lugar. Como cuando chicos, todos lo hemos hecho, escribes tu nombre en la cama, los muebles, y después lo encuentras. Entonces iba escribiendo por la ciudad y terminó siendo una obra, Piedra y Agua que se mostró en el Museo Salvador Allende con la Beca Migrante. Era algo que no sabía que estaba haciendo. Una práctica como artista para poder pertenecer, y para sentir que tenía algo que hacer, recién llegada no tenía nadie, entonces salía a escribir.
V: Es el mismo impulso del arte urbano que comienza en los 70 en Brooklyn, el Bronx, en Nueva York, eran jóvenes marginalizados, de familias latinas, con dificultad económica, que escriben su nombre una y otra vez para apropiarse de una ciudad que se les mostraba como indiferente. Es el mismo gesto. En la galería Barrios Bajos en el sur, estuvo tu muestra “Nada me une a mi mismo” y en algún momento pensaste en incorporar algo del territorio de allá – el tren, el río, las tortillas.

G: Claro cuando voy a Renaico, un pueblito chiquitito, toda esa experiencia fue maravillosa. Amo la escala humana de los pueblos, la hora de la siesta, los perros ladrando, ese fuera del tiempo que tienen que es rarísimo y que te reubica en el mundo. Ahí encontré el río, y el problema es que el río había salido remate, y la gente del pueblo que es poca estaban tratando de defender eso. Luego me topo con la historia de las tortilleras, una historia hermosa y sensible, porque ayudan a alimentar a sus hijos a través del trabajo con el pan. Entonces incorporé todo. Había una pieza que se llamaba “La otra campana”. Entrevisté a la hija de una de las tortilleras más famosas, que ya había muerto, y me contó – como siempre pasa, las entrevistas son larguísimas, me gustaría contar todo lo que dicen- y le saqué extractos y le puse ese audio a la campana, porque resonaban con el lugar. Me parecía antojadizo llegar con una obra, ponerla ahí, y que vengan a mirar, era muy desvinculado. Estando ahí te das cuenta también. Como amplificar realidades.

Entrevisté distintas personas sobre su vida en el río y son maravillosas, y nada mejor que trabajar haciendo lo que te gusta y imagínate, era sentarme a que me contaran historias [risas] el mejor trabajo del mundo. Cuéntame como eras como chica, y empiezan bueno, mi familia, y las cosas más hermosas, había una que me decía “me gustaba ir al río y todos los platos eran de distintos colores, porque cada familia llevaba sus platos” y yo me imaginé todos los platos eran de distintos colores y esa imagen, esa imagen me quedé así como… conmovida, no se como decirlo, esa memoria tan sensible, tan frágil, depositada en platos todos distintos. ¡Antes era un poco así! Ahora uno tiene todos los platos iguales… antes donde la abuela era así, sobre todo en familias más humildes, platos de todos colores, más grandes, más chicos, la taza de café con un plato que no le correspondía…
A mí lejos de exotizar, esa precariedad, para mi es sencillez. La alegría de la sencillez, y me encanta, tan rico volver al pueblo y escuchar esas historias y volver a cuando era chica que iba con mi abuela a visitar a parientes en un pueblo. Son cosas que me hacen sentir viva, y las comparto para que más personas se sientan vivas, compartir esa manera de estar en el mundo. Como viajar en el tiempo.
V: La vida se ha acelerado mucho últimamente y creo que algo con lo que nos estamos encontrando también hoy. La vida se paró, y la Paula estaba preparadísima, pero por otro lado mucha gente está muy revuelta. Es darnos cuenta que no necesitamos tantas cosas, yo lo que más extraño es meter las manos a la tierra, tener las uñas negras, ver los árboles. Vivo en departamento y lo único que quería era ver el cielo, los tonos de verde, sentir el otoño que está como pasando allá afuera y uno quiere tirarse en las hojas. Y esta situación nos obliga a ralentizar un poco. Y no es exotizar sino que criticar esta rueda de hámster del éxito. ¡Y qué es el éxito! ¿Tener platos de colores en un río? ¿O que? El río rematado es surrealista, digno de una obra de literatura surrealista…
G: Y uno llega como artista a un lugar, con una obra que ya hablaba de la fragilidad, y encontrar eso. Les preguntaba cómo sería tu vida si no hubiera estado el río. Y no. Las caras, llantos, no se lo imaginan. Una pregunta… es que el río es la misma persona ahí. Hicimos ejercicios y sacamos una frase para hacer una pancarta (con cartón) que era “caminar sobre piedras” porque la memoria de todos estaba en ese caminar sobre piedras, para ellos era como respirar, para nosotros puede ser extraño, pero en esos detalles hay una poesía importantísima. Eso me encanta. Llego a los lugares y trato de meterme en esa historia del lugar, en el latido.
V: Eso también habla una brújula tuya muy especial, porque no siempre es fácil, llegar a las personas, que se abran así, son historias tan íntimas, dolorosas. Uno queda con ese regalo, un verdadero tesoro, y esa responsabilidad. El regalo y la responsabilidad inseparables.
G: Sí sí, cuando hice el trabajo con los panaderos en Batuco me fui a amasar con uno de los panaderos de la panadería más antigua del lugar. Muerta de calor amasando, y aprendiendo, y charlando. Hay que saber hacer buenas preguntas, sin ser descarada, querer meterse buscando la noticia. Es un arte el conversar. Y bueno estamos ahí y en un momento – porque nunca sabes cuándo de pronto será la respuesta que cambia todo- entramos en esa zona de hielo fino, y ya sabes que estás caminando sobre lo que va a ser el motor. Y estamos trabajando y le pregunté cómo había decidido dedicarse al rubro de la alimentación. Porque todos sabían que era bastante sacrificado, y si había sido por una decisión familiar o por que a él le gustaba, o lo había heredado de un familiar… hace una hora o dos que estábamos trabajando, entonces claro, cuando uno ya tiene eso, aparece más fácil. Y me empezó a contar una historia que cada vez que la cuento me emociono. Me dice que cuando era chico su familia tenía pocos recursos y muchas veces faltaba la comida en la casa. Entonces él, como niño, le dijo a su mamá que él iba a ser panadero para que nunca falte el pan en la casa. Yo lo miraba decía “estoy frente un niño que logró cumplir su sueño”, no frente a un adulto. Y pensaba es lo más maravilloso que me puede pasar como ser humano, encontrarme con un niño que cumplió su sueño.

Son los lugares a los que te lleva el arte, y los agradezco, y me reconecta con la niña que quiere cumplir su sueño, y que también está ahí, con la imaginación, con el barro, con todas esas cosas que forman mi personalidad como artista y como persona. Yo creo que la apertura de las personas que voy entrevistando siempre es por la conversación. Charlamos mucho mucho. Y hay maneras de hacer preguntas mientras estás trabajando, mientras estás cocinando, mientras estás preparando el almuerzo. Hay una intimidad en compartir una labor cotidiana que hace que se despliegue.
V: A estas alturas Greta nos odia y siento que podríamos seguir hablando toda la noche. Tantos temas. Me fui para adentro.
P: Hay un registro que me queda a mí con el trabajo tuyo, Gime ,y con el tuyo, Victoria, que es tomar información de otro y hacer algo. Y es súper importante porque eso nos va cambiando a nosotros, nos va cambiando nuestra forma de hacer, de relacionarnos. Tu partiste Gime cuando te fuiste a juntar con esa señora que era una maestra, preguntándote “qué soy, qué hago” porque hay una necesidad tuya de ir configurando qué rol juegas, y al mismo tiempo desconfigurarlo. Es como un diálogo cruzado permanente. Y tiene que ver con el barro. La huella queda, pero se desarma. Pero no por eso no existe, lo que es súper interesante. Eres una observadora de tu propio trabajado, que es lo que hacen los documentalistas, que las historias se las cuentan los personajes, la señora del lugar, la hija, y los comentaristas no guían sino que reciben, y después lo ordenan según sus intereses. Hay una recepción que se plasma en todo lo que hacen. Lo que importa es el otro, y desde el otro llego. Un diálogo precioso. Como artista lo admiro mucho. Yo tengo diálogos mas silenciosos, conmigo misma, porque es algo que tiene que ver con la pintura. Ahí nadie se mete, salvo una vez que lo entrego y ahí empieza otro diálogo. Pero tu vas dialogando con otros en la creación de tu obra. Es una entrega total.

G: Si es muy lindo. Al fin y al cabo, hay que hacer en la vida lo que a uno le gusta. Y la conversación, sin duda que de lo que más me gusta es hablar. Y puedo estar horas. Que me cuenten historias. Miren, por ejemplo, acá estamos en mi taller. Y esta obra es un trapo de esos para pintar, y tiene las manitos de una señora que tiene su anillo de casada, es del archivo histórico de Navidad. Y esas manitos de casada, tímidas, las miro, las analizo. Y uno de mis proyectos es un catálogo como quien hace un diccionario de lenguajes de señas, pero totalmente con brújula personal, usando archivo fotográfico. Estas manitos de casada para mi dicen tal o cual cosa, y luego lo encuentro en otra cosa, la misma persona cuando era más joven… Claro, el proceso es re documental, pero lo que emerge es de carácter simbólico, estas manitos en un trapo que lo que yo trato de hacer es que comuniquen. La lengua es el vehículo de la mente, y las manos son el vehículo del corazón. La mujer rural no era muy de poder contar lo que estaba sintiendo. Era el hombre quien contaba. Hice este trabajo para visibilizar el lenguaje de las manos. Entonces trabajo con memoria textil también, con la conversación. Quienes viven eso son en verdad los teóricos. Voy a la fuente misma, la vida misma. Y uno como artista hace lo que puede cuando te cuentan unas historias que se ponen a llorar y quedas ahí.
Y como dices, Pau, es un reencuentro conmigo misma, un ejercicio de no perder mi identidad. Cada vez que voy hacia afuera voy hacia adentro, cada vez que voy tierradentro voy más adentro mío, hablar con esta persona es encontrarme a mí metiendo las manos en el barro. Y comprender quién soy y como estoy parada en el mundo. Y no olvidar, es un ejercicio de no olvidar. Encuentro parte de mi propia memoria y qué son la memoria de todos, hay un poquito de todos, y lo comparto.
Que ganas de ir a un bar. Queda pendiente cuando se pueda relajar el distanciamiento social. Dan ganas de tocarnos, acurrucarnos, la Paula con su mate, la Gime con Greta, que mientras hablábamos hacía sus propias creaciones. La luz del día hace rato que ya se fue; Nos hemos ido por las ramas y vuelto. Las cuatro, sumergidas en penumbras, sonriendo, cansadas.

Gracias por leer.
Gimena es curadora en su galería digital llamada Cordillera Galería. Visítala acá: https://cordilleragaleria.tumblr.com/
Si quieres seguir los procesos, conversaciones, performances y obras de Gimena, puedes ir a su sitio o su Instagram.
2 respuestas a “Proyecto Sin Nombre – Gimena Castellón Arrieta”
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