“Throughout human history, we have been dependent on machines to survive. Fate, it seems, is not without a sense of irony.” – The Matrix
Desde el 10 de septiembre el artista Samuel Domínguez estará presentando Ascenso (Unplugged) en Galería AFA, una muestra que nos confronta con una de las temáticas morales y sociales más importantes de nuestro tiempo: la relación, a veces simbiótica, a veces problemática, a ratos imperceptible, entre lo “natural” y lo digital. En este contexto, el artista nos ofrece un imaginario que compara y contrasta lo artificial y lo orgánico, cuestionando qué es, en realidad, la realidad: ¿Cuál es el futuro de nuestra identidad material? ¿Seremos algún día pantallas, hologramas, o pálidas e inexactas copias de la exuberante realidad de la que venimos?

Usando fotografía, video, dibujo y una instalación, Domínguez traza la presencia de lo real (o más bien, lo tangible y/o orgánico) en lo digital, y se pregunta sobre sus límites, sobre la posibilidad de lo híbrido y lo dual, en especial con límites que se hacen cada vez más porosos y difusos. Considerando el nivel de penetración de la tecnología en nuestras vidas ¿debiéramos hoy considerarnos orgánicos o digitales? Pensando en prótesis, realidades aumentadas, y tecnologías inmersivas, ¿es posible que ya no seamos ni artificiales ni naturales, sino que un poco de ambos? A ratos pareciera que nuestra sabiduría colectiva, la totalidad de nuestros conocimientos y saberes residen en esa misteriosa “nube” digital, junto a crónicas detalladas de nuestras vidas, conversaciones, y movimientos. Es difícil decidir si somos independientes o no de ella, e incluso imaginar qué pasaría si todo eso desapareciera de un momento a otro.

Ascenso no alcanza a ser un lamento por humanidad que estamos perdiendo, pero si un cuestionamiento respecto de los límites a lo que podríamos llegar. Pone en duda la creciente dependencia humano-máquina, como en el caso de su instalación en que un musgo sobrevive gracias a frías luces que se derraman sobre él, suspendido como en un solitario laboratorio, separado de todo aquello que le da sentido, que lo completa y que a su vez complementa. En otras palabras, una existencia totalmente aislada de su ecosistema y su ethos. Vive si, ¿pero a costo de qué? ¿Quien lo mantiene vivo y, más importante aún, para qué? Las obras de Domínguez a ratos parecen sugerir una inteligencia o un orden ajeno al nuestro, que hace y deshace con objetivos propios, y que no deja de traer ecos de la temible Matrix, esa temible entidad que da el nombre a la película de culto.

Esta sensación inquietante, es especialmente potente en el video que se proyecta en tres pantallas planas en una sala de la Galería. Muestra imágenes descaradamente digitales, facsímiles de la realidad que no buscan el realismo, sino que se erigen como copias plenamente falsas, plenamente copias. En el video aparecen árboles sobre lo que parece ser un escenario, mientras la cámara se desliza lentamente sobre ellos, mostrando hojas, troncos, y escenografía. El fondo es un verde neón, como aquellos telones que se ocupan en películas para reemplazar el segundo plano con lo que se desee. Mencioné la Matrix, y efectivamente hay dejos del cine como realidad paralela. ¿Qué imágenes reemplazarán el telón verde? ¿Quien dirige esta puesta en escena? ¿Y quien consumirá el resultado? Vivimos en una sociedad de consumo y espectáculo, en la cual pareciéramos estar dominados por una pulsión que nos empuja a consumir irreflexivamente series, películas, juegos e imágenes en sinnúmero de pantallas. ¿Es entonces este un relato feliz, o apocalíptico? La mano que guía la cámara se nos aparece como una presencia misteriosa, ominosa e inquietante. ¿Quien es, y porqué hace lo que hace? ¿Estamos ante una intencionalidad humana, o una inteligencia artificial que busca hipnotizarnos, manteniéndonos en un estado de consumo permanente?

El video y la música que lo acompaña provocan una sensación de intranquilidad, cercana al temor. A pesar de que entendemos perfectamente que estamos viendo árboles y rocas en un escenario de características teatrales, su sobre-simplificación y evidente naturaleza digital producen una sensación de desconcierto y presagian una realidad sujeta a control, atrapada en la pantalla. Un futuro no de pesadilla, pero si de vacío, una realidad privada de errores, sensaciones, de magia y misticismo, todo aquello que cae fuera de los parámetros aparentemente inexorables de la ciencia. Una erradicación absoluta de lo que no es útil o consumible; y vuelvo a ese desdichado musgo, solitario, criado como para una eventual cosecha.

Domínguez ofrece también series caleidoscópicas de dibujos y fotografías, en las que un número de encuadres crean la imagen final. Estas realzan la importancia de la perspectiva, y aluden a una realidad compuestas por partes, que puede parecer completa a pesar de ser incompleta, o viceversa. ¿Que pasa cuando se retira un pedazo? ¿Faltará acaso una pieza del puzzle? ¿Qué queda fuera del encuadre?
Una composición en especial llama la atención, primero por su mayor escala, pero también porque es una reproducción de los árboles y escenario que ya vimos en el video. Vuelve a aparecer la idea del artificio, de la puesta en escena. De súbito recuerdo lo que está pasando fuera de estos muros: las nefastas advertencias sobre contaminación, deforestación y aumento de temperaturas, las marchas exigiendo cambios, el rostro de Greta. ¿Estamos acaso ante un escenario apocalíptico, en que ya todo fue consumido? ¿Un acto de teatro que busca convencernos, con tres míseros árboles, que todo está bien? ¿Qué queda fuera de este encuadre, y que cambiaría si pudiéramos verlo?

Es una pregunta más amplia sobre nuestro futuro, en que existe la terrible posibilidad de que seamos como el musgo de Domínguez, vivos, pero en condiciones de optima eficiencia, donde la lógica de una ciencia objetiva e incuestionable y del extractivismo nos gobiernan. Cuando las máquinas imitan la corporeidad y el lenguaje, u ofrecen mundos virtuales alternativos más allá de nuestra experiencia corporal, la tecnología desafía nuestra comprensión de la subjetividad y encarnación humana.
Ascenso es una exposición provocadora, que con un lenguaje frío y controlado nos hace participes, nos implica y complica con el futuro que estamos construyendo. Un mundo regido por el signo de lo utilitario, sin espacio para matices, dudas o ambivalencias. El abismo no es un último fuego destructor, sino que un frío laboratorio. Así, Ascenso no es ni bombástica ni apocalíptica. No busca avergonzar o culpar a los visitantes. En cambio, nos alienta a contemplar el carácter difícil, a menudo profundamente contradictorio, de la relación de la humanidad con la naturaleza y consigo misma.
Todas las fotos, excepto la última, de Pia Bahamondes.
Recomendado: bastante, sobre todo a aquellos que les interesa el trabajo de artistas emergentes, que muchas veces son impulsados por Galería AFA. También a aquellos interesados en artes mediales, y la relación arte-tecnología-humanidad.
Dónde: Galería AFA, Avenida Providencia 1614, Piso 2, Santiago.
Cuándo: Desde el 10 de Septiembre al 25 de Octubre. Lunes a Viernes entre 15:00 y 20:00 horas.
Cuánto: gratis.